¡Sacrifican a perrito! Holly Taylor jamás imaginó que un día cotidiano en su casa de South Shields se convertiría en un recuerdo traumático imposible de borrar. En marzo de 2025, mientras descansaba en el sillón con su perro Splodge, un cocker spaniel de cinco años, ocurrió lo impensable: el animal saltó de forma repentina hacia su rostro y la mordió con tal fuerza que ella solo atinó a llevarse las manos a la cara para sentir la sangre correr por su mejilla.
El impacto fue tan inesperado como devastador. Su pareja, al verla herida, comprendió de inmediato que la lesión era grave. Días después, con el rostro hinchado, puntos de sutura y un dolor emocional creciente, Holly inició un proceso que le cambiaría la vida por completo.
La difícil decisión de despedirse de Splodge
Aun en estado de shock, Holly llevó a Splodge al veterinario. La evaluación fue contundente: un cambio de conducta tan drástico en un animal doméstico podía estar asociado a enfermedades graves, como tumores o hemorragias cerebrales. Los especialistas advirtieron que el perro representaba un riesgo para cualquier persona que conviviera con él.
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Fue entonces cuando Holly tomó una de las decisiones más dolorosas de su vida: autorizar la eutanasia de su mascota. No encontró fuerzas para despedirse. El miedo se lo impidió. Para ella, el ataque de Splodge fue tan inesperado que incluso acercarse resultaba aterrador.
El vacío que dejó el animal se sumó a la inseguridad que comenzó a sentir. Dejó de salir, evitaba los espejos y cada fotografía antigua se convirtió en una comparación dolorosa. El temor de cómo luciría en sus fotos de boda la perseguía cada día.
Un camino hacia la recuperación
Con el paso de las semanas, Holly decidió intentar algo para recuperar su confianza. Optó por un tratamiento láser Fraxel, reconocido por regenerar la piel y mejorar cicatrices profundas. Las cuatro sesiones tenían un costo elevado —800 libras esterlinas cada una—, pero ella estaba decidida a intentarlo.
Los resultados fueron sorprendentes desde la primera sesión. La textura de la cicatriz se suavizó, el enrojecimiento disminuyó y su apariencia comenzó a cambiar de forma visible. “La diferencia era increíble. Nadie podía creerlo”, relató al Daily Mail.
Hoy, Holly continúa sanando, tanto física como emocionalmente. Aunque la mordida dejó una huella imborrable en su vida, también la impulsó a enfrentarse a sus miedos y a reconstruir su autoestima. Su historia, marcada por el dolor de perder a su mascota y por la lucha por recuperar su identidad, es un recordatorio de que incluso en los episodios más duros hay caminos hacia la recuperación.

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