En los cielos de la región de Castilla y León se ha producido un acontecimiento que hace tiempo no se veía: ha nacido una cría de un ave rapaz que, según los registros, estaba considerada extinguida en la península ibérica desde el siglo XIX. Este hecho, aparentemente alentador, sin embargo viene acompañado de matices que invitan a la reflexión y plantean preguntas sobre su verdadero impacto en el medio ambiente. (Original: “En Castilla y León ha nacido una cría de un águila extinta en el siglo XIX. Lo que no está claro es que sean buenas noticias.”)
¿Qué tipo de águila es está?
El ave en cuestión es el pigargo europeo, un rapaz de gran envergadura – cuando extiende sus alas puede alcanzar hasta 2,4 metros de amplitud, mientras que su cuerpo mide entre ochenta y noventa centímetros. Se conoció históricamente en España, pero desapareció de la península debido al deterioro de su hábitat y otras causas vinculadas al cambio del entorno, y pasó a formar parte de las especies registradas como extintas.
La campaña de recuperación de esta especie se puso en marcha con el programa denominado Proyecto Pigargo, que se lanzó en 2021 con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), las comunidades autónomas del norte de España y entidades especializadas en conservación. En el marco de esta iniciativa, se liberaron varios ejemplares jóvenes procedentes de Noruega en áreas del Principado de Asturias y Cantabria, con el fin de reintroducir la especie y fomentar su asentamiento en nuestro territorio.
Tras esas liberaciones iniciales –más de una decena de aves jóvenes, algunas de las cuales sobrevivieron y llegaron a reproducirse– la emoción creció cuando se confirmó que en Castilla y León, durante los primeros días de mayo, dio a luz un pollo de pigargo nacido en libertad. Para la organización conservacionista GREFA, este acontecimiento representa un “hito histórico” para la biodiversidad de España y Europa, al demostrar que la especie no solo se ha reintroducido sino que parece adaptarse y reproducirse.
No obstante, esta iniciativa no está exenta de críticas y cuestiones científicas abiertas. Algunos expertos cuestionan la premisa básica de que el pigargo fuera realmente autóctono de la península ibérica o de que estuviera, verdaderamente, extinguido. Señalan que la documentación que respalda su desaparición se basa en restos arqueológicos, citas aisladas y signos poco concluyentes de cría, lo cual debilita la certeza de la medida. Además, advierten que la liberación de especies sin un conocimiento profundo de su integración en el ecosistema puede generar desequilibrios, compitiendo con otras aves rapaces establecidas, como el águila real o el quebrantahuesos, o bien alterando zonas de nidificación tradicionales.
Así, lo que comenzó como una buena noticia en materia de conservación también se convierte en un desafío que invita a la prudencia: ¿realmente estamos devolviendo al entorno una especie que perdió su lugar por causas humanas y que puede ahora reintegrarse sin problemas? ¿O podríamos estar creando un nuevo riesgo para el equilibrio ecológico que tanto se pretende proteger? En definitiva, esta cría de pigargo europeo abre un importante debate sobre los límites y las responsabilidades de la restauración ecológica.

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