En una noche que combinó elegancia, historia y emoción, el Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga 2025 celebró la riqueza del movimiento escénico mexicano. El escenario del Teatro de la Danza Guillermina Bravo, en el Centro Cultural del Bosque, vibró con los aplausos de una comunidad que reconoció no solo a los ganadores, sino a todas las generaciones que han mantenido viva la llama de la danza contemporánea en el país.
El máximo galardón de esta edición fue otorgado a la coreógrafa Jimena Rivas, por su obra Silencio en tres actos, una pieza introspectiva y poderosa que explora la relación entre el duelo y la memoria corporal. A través de una mezcla de movimientos precisos, proyecciones digitales y una banda sonora experimental, Rivas logra que el espectador se sienta parte de una ceremonia íntima. “Esta obra nació del vacío, del momento en que el cuerpo deja de hablar y solo queda respirar”, explicó la artista, con lágrimas en los ojos al recibir el reconocimiento.

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El jurado destacó la capacidad de la obra para traducir emociones abstractas en un lenguaje físico conmovedor. “Jimena representa una nueva generación de creadoras que entienden la danza como una forma de pensamiento. Su trabajo no solo es estético, sino filosófico”, señaló Claudia Lavista, integrante del comité evaluador.
Además del premio principal, el reconocimiento a la Trayectoria Escénica fue entregado al maestro Raúl Parrao, figura legendaria de la danza moderna mexicana. Parrao, quien comenzó su carrera en los años setenta junto a grandes como Guillermina Bravo y Xavier Francis, fue ovacionado de pie por más de cinco minutos. “La danza no me pertenece; yo pertenezco a ella”, dijo con voz temblorosa. “He dedicado mi vida a escuchar lo que el cuerpo tiene que decir cuando las palabras no alcanzan.”
El evento, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), reunió a más de 800 asistentes entre artistas, críticos, estudiantes y funcionarios culturales. Durante la gala se rindió homenaje al propio Guillermo Arriaga, pionero de la danza moderna en México, cuyo legado ha trascendido generaciones. En la pantalla del teatro se proyectaron fragmentos de sus coreografías más emblemáticas, como El paraíso de los ahogados y La sed, recordando la profundidad poética que caracterizó su trabajo.
Pero lo más significativo de la noche fue la diversidad de estilos y generaciones que compartieron el escenario. Desde jóvenes compañías independientes hasta agrupaciones con décadas de trayectoria, todos los participantes demostraron que la danza mexicana atraviesa un momento de renovación. Compañías como Tándem Cía. de Danza, Nohbords y La Infinita fueron reconocidas por su innovación escénica y por incorporar tecnología, música experimental y elementos teatrales a sus propuestas.
“La danza mexicana está en uno de sus momentos más fértiles”, comentó la directora del Cenart, María Fernanda Meléndez, al término de la gala. “Hemos visto piezas que abordan temas como la violencia, la migración, el cuerpo femenino y la identidad colectiva. La danza se ha convertido en un espejo que refleja las luchas y esperanzas del país.”
El público fue testigo de coreografías que combinaron lo ancestral con lo digital. Una de las más aplaudidas fue Ritual del viento, interpretada por alumnos de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, donde los bailarines recrearon con movimientos fluidos la interacción entre la naturaleza y la memoria. La obra simbolizó el relevo generacional de la danza mexicana, donde lo clásico y lo experimental dialogan sin conflictos.
Entre los presentes también se encontraban representantes de instituciones culturales internacionales, quienes destacaron la calidad técnica y conceptual de las obras. “Lo que sucede en México es único. Hay una autenticidad que no se ve en otros lugares. Los bailarines no buscan la perfección formal, sino la verdad emocional”, afirmó Rafael Bonilla, curador del Festival Iberoamericano de Danza.
En los pasillos del teatro, los jóvenes bailarines celebraban y se abrazaban entre lágrimas. Para muchos, esta edición del premio representó un nuevo impulso para continuar su carrera en un país donde el arte escénico aún enfrenta precariedades estructurales. “Vivir de la danza en México sigue siendo una hazaña. Pero noches como esta nos recuerdan por qué seguimos aquí: por el amor al movimiento”, dijo la intérprete Carolina Rivera, integrante de la compañía Nohbords.
El Premio Guillermo Arriaga nació en 1979 como un reconocimiento a la creatividad y la disciplina dentro de la danza contemporánea. Desde entonces, ha sido un termómetro de la evolución del lenguaje corporal mexicano. Cada edición revela las inquietudes sociales del momento: en los años ochenta, la búsqueda de identidad; en los noventa, la experimentación; en la actualidad, la resistencia y la memoria.
Este año, los organizadores incorporaron una nueva categoría de Danza Comunitaria, destinada a reconocer proyectos escénicos que impactan comunidades fuera de los circuitos urbanos. El primer galardón fue para el colectivo Raíces del Cuerpo, de Oaxaca, que trabaja con mujeres zapotecas para crear piezas basadas en cantos y movimientos tradicionales. “No queremos competir con los grandes teatros, queremos bailar nuestra historia”, expresó la coreógrafa Luz Elena Hernández al recibir el premio.

El acto final de la gala fue un momento de comunión. Los artistas premiados subieron juntos al escenario, tomados de las manos, mientras el público los aplaudía de pie. En ese instante, la danza se volvió símbolo de unión, de resistencia ante el olvido y de afirmación cultural.
El crítico Luis Mario Montero, presente en la ceremonia, lo resumió con una frase que luego se viralizó en redes: “Si la palabra es razón, la danza es memoria.” Sus palabras sintetizan el espíritu de un arte que no se escribe, sino que se siente en el cuerpo.
Para muchos asistentes, la edición 2025 marcó un punto de inflexión. La calidad de las propuestas, la diversidad de lenguajes y la emoción palpable en cada presentación confirmaron que la danza contemporánea mexicana no solo está viva, sino en plena transformación.
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Con información de EL UNIVERSAL



