Mientras las postales promocionan a Palenque como un destino paradisíaco, en pleno centro de su “ciudad mágica” se vive una realidad que el turismo no ve. Esta mañana, cinco pequeños fueron encontrados durmiendo sobre un cartón, acurrucados entre sí para darse calor. Entre ellos, uno padece síndrome de Zlotogora-Ogur y displasia ectodérmica, una enfermedad poco común que requiere cuidados y medicamentos que nunca han llegado.
No se trata de un juego ni de una travesura. Estos niños no tienen un techo que los cobije. La calle es su único hogar y el abrazo entre ellos su única manta. En un escenario ideal, el DIF Municipal sería el primer refugio, pero en esta historia su papel parece invisible, más preocupado por mantener intacta la imagen de la administración que por salvaguardar la dignidad de la infancia.
Un contraste doloroso en Palenque, Chiapas
Mientras Palenque brilla para el visitante con sus zonas arqueológicas y calles adornadas, sus niños más vulnerables sobreviven en la sombra. Allí no hay cámaras ni discursos oficiales; solo una infancia marcada por la pobreza extrema, esperando que alguien se atreva a mirarlos y actuar.
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Los pequeños despiertan antes que el sol, no por obligación escolar, sino por necesidad. Sus ojitos cansados recorren el rostro de los transeúntes, buscando una mirada de empatía, pero casi siempre reciben indiferencia.
La triste historia de estos menores
Con las manos frías y agrietadas, sujetan el único alimento del día: un pedazo de pan duro que masticarán lentamente para engañar el hambre. Desconocen lo que es una cama caliente o un abrazo de buenas noches, pero dominan a la perfección el arte de resistir el frío y el rugir del estómago vacío.
El niño con la enfermedad rara apenas puede caminar con agilidad. Su piel y cabello requieren cuidados especiales que no recibe. Sus hermanos de calle, aunque no comparten su condición médica, cargan con la misma condena: crecer en un mundo que les debe todo, pero que no parece dispuesto a pagar esa deuda.
Hoy, como ayer y probablemente como mañana, Palenque seguirá mostrando su mejor cara al turista. Sin embargo, entre sus calles, la otra postal seguirá siendo la de cinco niños durmiendo sobre un cartón, abrazados por necesidad y olvidados por costumbre.
La pregunta que queda en el aire es simple pero incómoda: ¿cuántas noches más deberán pasar así antes de que alguien decida que sus vidas importan?
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