Sentirse atrapado en un torbellino de pensamientos negativos es una experiencia muy frecuente para muchas personas; esto no es simplemente una reflexión profunda, sino un fenómeno psicológico conocido como rumiación mental, una trampa que no contribuye a encontrar soluciones, sino que potencia la ansiedad y dificulta el bienestar emocional. Según expertos citados en Psicología y Mente, este tipo de pensamiento no es constructivo: más bien se caracteriza por una repetición pasiva de ideas centradas en el malestar, sin una intención real de cambiar la situación.
¿Qué es la rumiación mental?
La rumiación se entiende como un patrón cognitivo en el que la mente permanece dando vueltas una y otra vez sobre pensamientos negativos relacionados con el pasado, con emociones dolorosas o con posibles consecuencias, pero sin avanzar hacia una solución concreta. No se trata de reflexionar para resolver, sino de quedar “enganchado” en los porqués y en los escenarios negativos. Diferentes estudios han vinculado este ciclo mental con problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión, y advierten que puede tener efectos nocivos tanto psicológicos como físicos.
Además, su origen puede remontarse a la infancia o la adolescencia, momentos en que una persona no ha desarrollado aún las herramientas para gestionar sus emociones, y por lo tanto puede normalizar este tipo de pensamiento repetitivo. También se relaciona con lo que los psicólogos llaman “esquemas desadaptativos tempranos”: creencias muy arraigadas que se formaron en los primeros años de vida y que, al activarse, desencadenan esos bucles negativos. Por ejemplo, si alguien teme el rechazo, podría tener un esquema de abandono, lo que lo lleva a rumiar una y otra vez sobre cada posible señal negativa.
Tres psicohábitos para interrumpir el ciclo de rumiación
Para romper esos ciclos mentales dañinos, los expertos propuestos por Infobae (a través de Psicología y Mente) recomiendan desarrollar tres “psicohábitos”, los cuales combinan técnicas de la terapia cognitivo-conductual con prácticas de tercera generación y elementos de mindfulness. Estos tres hábitos son:
- Reconocimiento o pausa consciente
El primer paso consiste en darse cuenta de que la mente ha empezado a rumiar. Cuando reconoces señales como pensamientos repetidos del tipo “¿por qué?” o la repetición de recuerdos negativos, es útil detenerse mentalmente y etiquetar el proceso: decir en tu mente “alto, esto es rumiación, no me lleva a nada útil”. Esa simple acción de nombrar lo que está pasando permite distanciarse y empezar a manejarlo de manera más activa. - Redirección de la atención
Una vez que has identificado el pensamiento rumiativo, el siguiente paso es apartar la atención hacia algo que lo contradiga. Aquí entran actividades que requieren concentración o están vinculadas a los sentidos: por ejemplo, ejercicios de respiración profunda (respirar con el diafragma inhalando por la nariz y exhalando por la boca varias veces), leer un libro, cantar, armar un puzzle o simplemente caminar prestando atención a los sonidos, las sensaciones o el entorno. Estas prácticas no solo interrumpen la rumiación, sino que también bajan la activación de la ansiedad. - Reestructuración cognitiva
Una vez que la tensión emocional ha bajado, se recomienda transformar las preguntas centradas en el pasado (“¿por qué siempre me equivoco?”) en otras que abran posibilidades, como: “¿qué puedo hacer ahora?” o “¿qué puedo aprender de esto?”. Este cambio de mentalidad facilita el paso del análisis autocrítico al pensamiento proactivo y orientado hacia soluciones. Además, es importante identificar las creencias profundas que alimentan la rumiación (como el miedo o la culpa) y cuestionarlas con una mirada más compasiva y realista.
Beneficios de adoptar estos psicohábitos
Implementar regularmente estos tres hábitos (reconocimiento, redirección y reestructuración) tiene un impacto positivo: enseña al cerebro que existen maneras más sanas y eficaces de enfrentar el malestar. Según los expertos, al adoptar estas prácticas se puede reducir la ansiedad inmediata y debilitar las creencias limitantes que refuerzan la rumiación. Con el tiempo, la mente aprende nuevas formas de gestionar los pensamientos, lo que brinda una mayor libertad emocional y mental.
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