Cada madrugada, en La Ventana —un pequeño pueblo costero en Baja California Sur— decenas de turistas en trajes de neopreno se embarcan con un solo objetivo: nadar con orcas salvajes. Esta actividad, que comenzó como una experiencia excepcional y transformadora, se ha convertido en un fenómeno descontrolado que preocupa a científicos, operadores turísticos y conservacionistas.
Desde 2019, nadar con orcas se ha vuelto una tendencia viral impulsada por redes sociales y videos espectaculares. Sin embargo, la creciente popularidad ha evidenciado un vacío legal en México: aunque existen normas para proteger a especies marinas, no hay una prohibición clara sobre interactuar directamente con cetáceos dentados como las orcas.
Riesgos invisibles para animales y humanos
En temporada alta, hasta 40 embarcaciones pueden rodear a un mismo grupo de orcas. A pesar de que nunca se ha registrado un ataque de estos animales salvajes a humanos, biólogos marinos advierten sobre los riesgos de estas interacciones.
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El constante ruido de los motores y la presencia humana alteran el comportamiento de las orcas, muchas de las cuales son hembras con crías que dependen de habilidades de caza guiadas por sonar, afectadas por esta intrusión.
“El turismo es clave para la economía local, pero estas orcas recordarán haber sido acosadas y podrían dejar de venir”, advierte el capitán Juan Vásquez, con más de 20 años de experiencia en el mar.
@marisolenelmar Nadar con Orcas a sido de las experiencias mas increíbles que he vivido! Y no puedo esperar a hacerlo otra vez 🤞🏼🤞🏼#creatorsearchinsights #orca #orcas #killerwhale #vidacercaaldelmar #disfrutalavida #bajasur #mar #explorandobaja #snorkeling
Propuesta de regulación bajo debate local
Frente al descontrol, un grupo de científicos, liderado por la bióloga marina Georgina Saad y el documentalista Erick Higuera, ha propuesto el primer plan de manejo de estos animales marinos en México.
El proyecto busca limitar la actividad a tres embarcaciones por grupo, con un máximo de nueve por día, y exige capacitación para que los guías reconozcan señales de estrés en los animales. También contempla financiar patrullas y educación ambiental con recursos recaudados de los permisos.
Pero la iniciativa no está exenta de críticas. Pescadores y operadores locales acusan que el plan favorece a grandes empresas de Cabo San Lucas o La Paz y no contempla la movilidad de turistas y orcas por toda la península.
En medio de las tensiones, el consenso parece claro: la solución no está en prohibir, sino en regular y educar. La Ventana podría convertirse en un modelo global de turismo responsable… o en ejemplo de cómo el turismo mal gestionado puede afectar incluso a los gigantes más libres del océano.
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