Por sexto día consecutivo, Uruapan volvió a convertirse en el epicentro del dolor, la indignación y la esperanza. Miles de ciudadanos, vestidos de blanco, con sombreros de palma y pancartas en mano, salieron a las calles para exigir justicia por el asesinato del alcalde Carlos Alberto Manzo Rodríguez y pedir la pacificación de Michoacán.
Según estimaciones, unas 50 mil personas participaron en la marcha, que paralizó las actividades comerciales y académicas en una de las ciudades más productivas e industrializadas del estado. Uruapan, conocida como la capital mundial del aguacate, se vistió de luto y unidad: comerciantes, estudiantes y familias enteras marcharon portando un ataúd simbólico y consignas que exigían la renuncia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla.
Una abuela al frente del dolor colectivo
Al frente del contingente iba doña Raquel Ceja, abuela materna del edil asesinado, quien a sus casi 90 años no dejó de llorar durante todo el recorrido.
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“Mejor me hubieran matado a mí… siempre le dije que no tenía necesidad de andarlos retando, pero el necio decía que era su deber y que no tenía miedo”, expresó con la voz entrecortada al llegar a la plaza principal, donde fue recibida con aplausos y lágrimas.
Junto a ella marcharon la madre del alcalde, Angélica Diana Rodríguez, y su viuda, Grecia Quiroz, quien asumió recientemente la presidencia municipal de Uruapan. Con el rostro firme y el corazón roto, Grecia subió al estrado ubicado en la Plaza de los Mártires, a escasos metros del lugar donde su esposo fue asesinado, y lanzó un mensaje que encendió los ánimos de la multitud:
@marioamz5153
“El pueblo de Uruapan se las cobrará en el 2027”, advirtió, en referencia a las próximas elecciones a la gubernatura.
Uruapan se organiza por la memoria y la justicia
La convocatoria se organizó principalmente a través de redes sociales, con el apoyo de empresarios, comerciantes y jóvenes que ahora preparan una marcha nacional por la paz. En paralelo, los habitantes de la ciudad comenzaron una colecta de metal y llaves para fundir una estatua en honor a Carlos Manzo, símbolo de resistencia y liderazgo comunitario.
Mientras tanto, el presunto asesino —un joven de 17 años originario de Paracho— fue velado bajo fuerte vigilancia, tras recibir amenazas de muerte. En redes sociales, políticos y ciudadanos expresaron tanto condolencias como enojo.
Pero más allá de la rabia, Uruapan se levantó unida, exigiendo que la justicia deje de ser una promesa y se convierta, por fin, en una realidad.

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