Kinichná, un sitio arqueológico en Quintana Roo, es un testimonio de la grandeza de la civilización maya, dedicado al dios del sol, Kinich Ahau. Oculta entre la densa selva de la región, esta antigua ciudad, activa entre los años 600 y 900 d.C., ofrece una ventana al pasado espiritual y arquitectónico de los mayas.
El sitio, cuyo nombre significa “Casa del Señor Sol”, destaca por su imponente pirámide principal, conocida como la Acrópolis. Esta estructura, de varios niveles, servía como centro ceremonial y posiblemente como observatorio astronómico, reflejando el profundo conocimiento de los mayas sobre los ciclos solares y estelares.
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Kinichná forma parte del complejo arqueológico de Dzibanché, pero su relevancia radica en su conexión con el culto al sol. Los relieves y esculturas encontrados en el sitio muestran símbolos solares y figuras de gobernantes, lo que sugiere que era un lugar de gran importancia política y religiosa en la región.
A diferencia de sitios más conocidos como Chichén Itzá, Kinichná permanece menos visitado, lo que permite una experiencia más íntima con la selva y las ruinas. Los visitantes pueden recorrer senderos rodeados de vegetación, donde es común escuchar monos aulladores y observar aves exóticas, sumándose a la mística del lugar.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha trabajado en la restauración de Kinichná, asegurando que las estructuras principales, como la Acrópolis y las plazas circundantes, estén accesibles al público. Estas labores también han revelado entierros y ofrendas que dan pistas sobre los rituales mayas.
La ubicación de Kinichná, a unas tres horas de Cancún, lo hace ideal para quienes buscan explorar destinos menos concurridos en la Riviera Maya. Sin embargo, se recomienda visitar con guías certificados para comprender el contexto histórico y respetar el entorno natural del sitio.
Los arqueólogos creen que Kinichná fue un centro de poder regional, posiblemente aliado con otras ciudades mayas como Calakmul. Su declive, al igual que el de muchas ciudades mayas, está ligado a factores como conflictos internos y cambios ambientales, aunque el sitio sigue siendo un enigma para los investigadores.
La selva que rodea Kinichná no solo protege las ruinas, sino que también resguarda una rica biodiversidad. Especies como el jaguar y el tapir habitan la zona, lo que subraya la importancia de conservar este entorno como parte del patrimonio natural y cultural de México.
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Visitar Kinichná es adentrarse en un mundo donde la historia, la naturaleza y la espiritualidad se entrelazan. Este templo del sol, oculto en la selva, invita a los viajeros a descubrir la grandeza de los mayas y a reflexionar sobre su legado en el corazón de México.
Con información de INFOBAE