En Guerrero, el reciente Día Mundial del Medio Ambiente se vio ensombrecido por un triste contraste entre el mensaje de conservación y la devastación visible tras varios huracanes. Lejos de celebrar la naturaleza, el estado enfrenta serias consecuencias por la erosión, la deforestación y la ausencia de políticas ambientales eficaces.
Deforestación acelerada en dos décadas
Entre 2001 y 2023, Guerrero perdió cerca de 134 000 hectáreas de sus bosques, lo que representa aproximadamente el 4.4 % de la cobertura forestal desde el año 2000. Este desgaste ambiental, quizás gradual en su inicio, ha quedado al descubierto durante las intensas temporadas de huracanes como las de Paulina (1997), Otis (2023) y John (2024), así como por los constantes embates del mar de fondo en las costas.
Manglares: Barreras naturales en retroceso
Los ecosistemas de manglar, esenciales para proteger las zonas costeras y establecer un equilibrio entre agua dulce y salada, han sido diezmados. De las más de 16 000 hectáreas registradas en 1979, hoy queda menos de la mitad. Para el 2020, el Sistema de Monitoreo de Manglares de México informó que habían desaparecido más del 52 %, es decir, más de 8 600 hectáreas, debido a la urbanización acelerada y la presión del turismo sin regulación.
Un ejemplo particularmente alarmante se encuentra en la Laguna Negra de Puerto Marqués: de casi 200 hectáreas en 1970, quedó solo en 73 para el 2020. El huracán Otis completó el trabajo destruyendo los remanentes de esas zonas húmedas costeras: lo que antes funcionaba como defensa natural, hoy es una franja de tierra desprotegida frente al mar.
Impacto recargado: Huracanes John y Otis
Otis, en 2023, provocó estragos en viviendas, infraestructura y ecosistemas costeros; solo después, el huracán John, ya en 2024, regresó a la costa como categoría 3, sumando efectos devastadores. Deslaves en la sierra, manglares dañados, perímetros agrícolas destruidos y carreteras bloqueadas marcaron una costa cada vez más debilitada.
Además, el creciente fenómeno del mar de fondo —olaje emergente de tormentas lejanas— ha empezado a erosionar tramos costeros como Revolcadero y Pie de la Cuesta. Lo que antes era un proceso natural, ahora es una amenaza exacerbada por la falta de vegetación protectora, exponiendo caminos y playas a daños frecuentes.
Parque Nacional El Veladero: Un símbolo del deterioro urbano
El Parque Nacional El Veladero, ubicado en Acapulco y Coyuca de Benítez, ha sido víctima de la deforestación causada por asentamientos irregulares y construcciones no autorizadas. Investigaciones de la UAGro, realizadas entre 2005 y 2021, reportan pérdidas significativas en bosques de encino y selva baja caducifolia. Tras John, arroyos que antes estaban estabilizados se vieron socavados, agravando deslaves y pérdida de suelo.
Aunado a esto, se autorizó la instalación de una torre de telecomunicaciones de 120 metros sin permisos ambientales. Sumado a la invasión de decenas de predios, cada intervención ha acelerado la degradación del equilibrio natural, documentan autoridades de la CONANP (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas).
Ciencia ignorada y comunidades afectadas
La universidad pública (UNAM) y expertos como la doctora María Teresa Corral García han advertido durante años que el crecimiento urbano sin control ha fragmentado ecosistemas, reduciendo la capacidad de regular clima, filtrar agua y amortiguar desastres. Corral señala que la resiliencia ecológica del estado está siendo superada por la falta de atención gubernamental, la presión urbanística y eventos climáticos. Pero el colapso ecológico no solo dañan la naturaleza: también ponen en riesgo a las familias rurales, pescadores y habitantes de cerros abandonados, que pierden fuentes de agua, protección contra tormentas y su sustento diario. Las comunidades en Tres Palos y otras zonas costeras han demostrado voluntad, pero requieren apoyos científicos, institucionales y económicos para restaurar lo perdido.
Expertos coinciden en que lo que se está perdiendo no solo son árboles o manglares, sino también barreras naturales contra huracanes, reservas hídricas, sombra y la integridad de suelos. La restauración requiere de presupuestos concretos, voluntad política, organización comunitaria, y lo más importante: tiempo.
- Reforestar, recuperar humedales y consolidar controles urbanos lleva años.
- Sin acción efectiva, el deterioro ecosistémico se traducirá en desastres peores, sobre todo en zonas vulnerables.
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