En 1972, un grupo de investigadores del MIT, asociados al Club de Roma, publicó el influyente informe The Limits to Growth, que mediante el modelo computacional World3 proyectó los posibles escenarios del desarrollo humano hasta el siglo XXI. Al considerar de forma simultánea variables clave como la población, la producción industrial, los recursos naturales, la agricultura y la contaminación, el estudio alertó sobre un desenlace potencialmente calamitoso derivado de la explotación desmedida de recursos finitos y el deterioro ambiental, sin contrapesos efectivos.
La conclusión central del informe fue inequívoca: si no se producían cambios sustanciales en el uso de recursos y el manejo de la contaminación, nuestra civilización enfrentaría una reducción abrupta e inmanejable tanto en población como en capacidad industrial. Esta visión provocó controversia inmediata; críticos como Peter Passell lo tacharon de simplista, acusándolo de ignorar el potencial tecnológico y promover una narrativa alarmista.
Sin embargo, décadas después, las predicciones han demostrado un sorprendente grado de precisión: datos históricos entre 1970 y 2000 coinciden notablemente con las trayectorias proyectadas por el modelo “business-as-usual”. Más recientemente, en 2020, Gaya Herrington, experta en sistemas dinámicos y sostenibilidad de KPMG, realizó una actualización usando datos contemporáneos (población, industria, contaminación, producción de alimentos, huella ecológica, entre otros). El resultado fue inquietante: la situación global se alinea con los escenarios BAU2 (negocio como de costumbre) y CT (tecnología integral), ambos anticipando que el crecimiento económico se detendrá en la próxima década.
El escenario BAU2 pronostica un colapso social para 2040: un declive abrupto en calidad de vida, producción de alimentos y capacidad industrial. El modelo CT, aunque más benigno, no deja de advertir que, incluso con avances tecnológicos, el crecimiento se detendrá y podría disminuir. Sin embargo, Herrington subraya que estas consecuencias no son inevitables: aún existe la alternativa del Stabilized World (SW), un camino donde un cambio consciente en prioridades globales —como limitar la natalidad, privilegiar educación y salud, y moderar la producción industrial— puede conducir hacia un futuro sostenible y equitativo.
En entrevistas, Herrington ha resaltado que su hallazgo clave es que aún tenemos la capacidad de elegir escenarios alternativos que eviten el colapso, siempre que la innovación, la acción política y el compromiso social actúen con decisión. Además, menciona que la pandemia de COVID-19 demostró que la humanidad puede reaccionar con rapidez y eficacia ante retos globales cuando lo desea.
Otras investigaciones también respaldan la validez del modelo original: estudios en Australia y el Reino Unido confirman una correlación significativa entre los pronósticos del MIT y los datos reales. En resumen, el informe de 1972 no fue una predicción fatalista, sino una llamada de advertencia —un espejo sobre el que proyectar las consecuencias de no modificar nuestro rumbo.
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