La tradición que ubica a Santa Claus en el Polo Norte tiene raíces culturales y literarias que se han consolidado con el tiempo, aunque históricamente este personaje no proviene de esa región. El origen de Santa Claus se asocia con San Nicolás de Bari, un obispo turco conocido por su generosidad y actos de bondad hacia los niños. Este santo fue transformado en un símbolo navideño gracias a diversas influencias culturales.
En el siglo XIX, el poema “A Visit from St. Nicholas” de Clement Clarke Moore presentó una descripción encantadora de un hombre mayor, con una figura robusta y un espíritu alegre, que viajaba en un trineo tirado por renos, entregando regalos a los niños bien portados. Esta representación influyó profundamente en la percepción moderna del personaje.
Más adelante, las ilustraciones de Thomas Nast para revistas estadounidenses popularizaron aún más la imagen de Santa Claus. Fue Nast quien lo trasladó al Polo Norte, un lugar remoto y mágico que encajaba con la idea de un ser mítico que fabricaba juguetes en un taller lleno de duendes. Esta ubicación, además, simbolizaba su omnipresencia y su capacidad para observar el comportamiento de los niños en todo el mundo.
El Polo Norte, con su paisaje nevado y su aislamiento, se convirtió en un escenario ideal para fomentar el misterio y la magia en torno a Santa Claus. Además, la comercialización navideña durante el siglo XX reforzó esta imagen, asociándola con valores familiares y consumismo en temporadas de festividades.