El Día del Trabajo es una fiesta nacional que se celebra cada año en Estados Unidos y Canadá el primer lunes de septiembre y tiene orígenes revolucionarios. A nivel mundial, la fecha elegida es el 1 de mayo.
Originalmente conmemorado con desfiles, discursos políticos y actividades sindicales, el Día del Trabajo en Estados Unidos nació en medio de un creciente malestar por las opresivas condiciones de trabajo y una huelga masiva que amenazó con volverse violenta.
A finales del siglo XIX, la Revolución Industrial había hecho miserable la vida laboral en todo el mundo. En muchos lugares, las personas trabajaban al menos 12 horas diarias seis días a la semana en minas, fábricas, ferrocarriles y molinos.
Los niños eran explotados como mano de obra barata, menos propensa a la huelga. Los talleres clandestinos encerraban a los trabajadores en espacios reducidos y hacinados, y los castigaban por hablar o cantar mientras trabajaban.
La indignación ante estas condiciones galvanizó el floreciente movimiento obrero, que organizó huelgas y concentraciones en las décadas de 1860 y 1870. Además de jornadas laborales más cortas y condiciones más seguras, los trabajadores lucharon por el reconocimiento de sus contribuciones.
A raíz de una huelga de impresores en abril de 1872 (en la que 10 000 personas marcharon por las calles de Toronto para pedir una semana laboral más corta), las ciudades canadienses empezaron a organizar desfiles anuales en honor de los trabajadores.
Diez años más tarde, Estados Unidos siguió el ejemplo. El 5 de septiembre de 1882, los líderes sindicales de Nueva York organizaron lo que hoy se considera el primer desfile del Día del Trabajo del país.
Diez mil trabajadores caminaron por las calles de la ciudad en un acto que culminó con un pícnic, discursos, fuegos artificiales y baile. Los organizadores proclamaron el día “evento general de los trabajadores de esta ciudad”. Siguieron organizando el desfile en los años siguientes, y en 1884 el evento se fijó el primer lunes de septiembre.
El desfile del Día del Trabajo de Nueva York no era un día festivo oficial (los participantes disfrutaban de un permiso no retribuido), pero el movimiento para declararlo como tal había comenzado oficialmente. En 1887, Oregón se convirtió en el primer estado en designar el Día del Trabajo como festivo, seguido ese mismo año por Colorado, Massachusetts, Nueva Jersey y Nueva York.
Sin embargo, el primer lunes de septiembre no era la única opción para celebrar los derechos de los trabajadores. En 1886 había surgido una alternativa: el 1 de mayo.
El 1 de mayo de 1886, en lo que se conoció como el Motín de Haymarket, los trabajadores inundaron las calles de Chicago para exigir una jornada laboral de ocho horas. Las manifestaciones duraron varios días, salpicados de enfrentamientos entre los trabajadores y la policía. El 4 de mayo, después de que la policía ordenara a la multitud que se dispersara, estalló una bomba. Siete policías y hasta ocho civiles murieron. Nunca se identificó al autor.
En 1889, una reunión internacional de socialistas celebrada en París declaró oficialmente el 1 de mayo celebración en honor de los derechos de los trabajadores.
Aunque cobró fuerza internacionalmente (y contó con el apoyo de algunos sindicatos estadounidenses), el historiador Charles Tilly escribe que el presidente estadounidense Grover Cleveland temía que el 1 de mayo “se convirtiera en un monumento a los radicales de Haymarket”. Presionó a las legislaturas estatales para que eligieran la fecha de septiembre en su lugar. En 1894, cerca de la mitad de los estados de Estados Unidos habían adoptado el Día del Trabajo.
Haría falta otro enfrentamiento en el Medio Oeste estadounidense para que el Día del Trabajo se convirtiera en fiesta federal. El 11 de mayo de 1894, los trabajadores de la Pullman Palace Car Company, fabricante de vagones de ferrocarril cerca de Chicago, se declararon en huelga para protestar por sus bajos salarios y jornadas laborales de 16 horas. El 22 de junio, los miembros del poderoso sindicato American Railway Union (ARU) se unieron a su lucha negándose a trasladar los vagones de Pullman de un tren a otro, paralizando así el tráfico ferroviario en todo el país.
En Washington D.C., los políticos trataron de aplacar al movimiento obrero. En ese momento, la legislación federal para designar el Día del Trabajo como día festivo había estado languideciendo en el Congreso durante 10 meses después de que el senador estadounidense James Kyle, un populista de Dakota del Sur, la hubiera presentado en agosto de 1893.
Para apaciguar a los huelguistas y a sus partidarios, el Senado aprobó rápidamente el proyecto de ley el 22 de junio, el mismo día en que la ARU se unió a la huelga de Pullman. El proyecto fue aprobado por la Cámara cuatro días después y el presidente Cleveland lo convirtió en ley el 28 de junio de 1894.
Aunque el día festivo suele describirse como un gesto conciliador en un momento de crisis, Cleveland no era precisamente un aliado de los huelguistas de Pullman. El 3 de julio, pocos días después de firmar la ley, ordenó el envío de tropas federales a Chicago para poner fin al boicot. Los huelguistas, furiosos, empezaron a amotinarse y, el 7 de julio, los guardias nacionales dispararon contra una turba y mataron a 30 personas.
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A pesar de sus sangrientas consecuencias, la creación de la festividad del Día del Trabajo causó sensación. En Canadá, el Primer Ministro John Thompson también se enfrentó a la creciente presión del movimiento obrero. El 23 de julio de 1894 (menos de un mes después de la aprobación de la ley estadounidense) Thompson siguió el ejemplo de Cleveland y designó el primer lunes de septiembre como día festivo oficial para los trabajadores.
Pero el día festivo no mejoró las condiciones de la gente a la que pretendía honrar, y fue poco más que palabrería de los políticos. Como dijo la Comisión de Trabajo de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en su informe de 1894 sobre la legislación: “Mientras el trabajador pueda sentir que ocupa un lugar honorable y útil en el cuerpo político, será un ciudadano leal y fiel”.
Tendrían que pasar otros 44 años para que Estados Unidos estableciera un salario mínimo, impusiera una semana laboral más corta y limitara el trabajo infantil con la Ley de Normas Laborales Justas de 1938.
Cualesquiera que fueran las intenciones, la creación de un día festivo dedicado exclusivamente a los trabajadores fue, no obstante, un importante logro para el movimiento obrero.
“El Día del Trabajo marca una nueva época en los anales de la historia de la humanidad”, escribió Samuel Gompers, presidente de la Federación Americana del Trabajo, en el New York Times en 1910. “Entre todos los días festivos del año… no hay ninguno que destaque tanto por el avance social del pueblo llano como el primer lunes de septiembre”.
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Con información de National Geografic