Cada 1 y 2 de noviembre, México celebra el Día de Muertos, una festividad cargada de un profundo significado cultural. Entre los elementos más importantes de esta tradición se encuentra el Xoloitzcuintle, un perro venerado desde la época prehispánica por su fuerte vínculo con la muerte y el más allá.
En la cosmovisión de los pueblos originarios, el Xoloitzcuintle era más que una simple mascota; se le atribuía el papel de guardián de los espíritus.
El Xoloitzcuintle en el Día de Muertos
Según las creencias, su misión era guiar las almas de los difuntos en su arduo viaje hacia Mictlán, la ciudad de los muertos. Este trayecto era desafiante, ya que las almas debían cruzar un profundo río, y era el Xolo quien las ayudaba a atravesarlo.
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La leyenda cuenta que aquellos que trataban bien a los animales, en especial a los perros, recibían la ayuda del Xoloitzcuintle para cruzar el río. El perro cargaba el alma del difunto sobre su lomo y la llevaba a salvo al otro lado.
Sin embargo, si en vida la persona había maltratado a los animales, el Xolo se negaba a ayudar, condenando a esa alma a vagar eternamente.
Además de su relevancia espiritual, el Xoloitzcuintle también tenía un importante significado en el plano terrenal. Era visto como un símbolo de Xólotl, el dios de la muerte, con quien los vivos debían ser bondadosos para asegurar una transición pacífica hacia el más allá. Nuestros ancestros mostraban gran admiración por esta raza, rindiéndole culto como parte de su respeto por la muerte y lo divino.
Los colores del Xoloitzcuintle
Existen también creencias interesantes sobre el color del Xoloitzcuintle. Si es de color negro, se dice que ya ha cruzado el río numerosas veces, guiando a muchas almas, y por lo tanto, no puede volver a hacerlo.
Por otro lado, si el Xolo es blanco o de un tono muy claro, indica que es joven e inmaduro, incapaz aún de cumplir con esta tarea.
Hoy en día, el Xoloitzcuintle sigue siendo un símbolo de protección y lealtad en la cultura mexicana. Su presencia en el Día de Muertos representa el vínculo que nuestros antepasados mantenían con el mundo espiritual, recordándonos la importancia de la muerte como una etapa más en el ciclo de la vida.
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