En la región brasileña del Amazonas, muy cerca del Lago do Cochila, un entorno conformado por islas artificiales llamadas várzeas, ha surgido un descubrimiento arqueológico de gran relevancia: siete urnas funerarias de cerámica, dos de las cuales superan el tamaño habitual encontrado en contextos similares. Estas estructuras fueron localizadas en un sitio previamente ocupado por antiguos asentamientos indígenas, donde la ingeniería ancestral elevó fueron camas de tierra y fragmentos de cerámica para protegerse de las inundaciones estacionales.
El hallazgo salió a la luz el día en que un pescador local que cazaba pirarucú, Walfredo Cerqueira, advirtió la presencia inusual de objetos al quedar un árbol caído expuesto. Tras revisar las fotos, alertó al padre Joaquim y se contactó al arqueólogo Márcio Amaral del Instituto Mamirauá. La comunidad local, inicialmente ajena a la importancia, resultó decisiva: fue gracias a su colaboración que se planificó una excavación oficial.
Excavación técnica y traslado seguro
Las urnas fueran localizadas aproximadamente a 40 cm de profundidad, posiblemente bajo los vestigios de viviendas indígenas anteriores. Su tamaño excepcional y la ausencia de tapas —presumiblemente hechas con materiales orgánicos que no sobrevivieron— presentaron desafíos durante la extracción. Para evitar daños, se creó un sistema de protección que incluyó plástico, vendas de yeso y burbujas, y se integraron estructuras de madera y cuerdas para su traslado cuidadoso por río hasta el laboratorio en Tefé.
Lo que esconden las urnas: Restos y rituales
Al abrirlas, los arqueólogos hallaron fragmentos de huesos humanos junto a restos de peces y tortugas. Estas combinaciones, comúnmente interpretadas como ofrendas funerarias, sugieren que los entierros implicaban un ritual en el que se depositaban alimentos junto a los difuntos.
Los análisis preliminares de laboratorio revelaron que la arcilla empleada es de un tono verdoso poco frecuente en la región. Además, las urnas fueron engobadas y decoradas con bandas rojas, características sin equivalentes en la Tradición Polícroma Amazónica, ampliamente estudiada en otras zonas. Esto sugiere la existencia de una tradición cerámica local aún no documentada en la alta cuenca del río Solimões.
Implicaciones sobre el estilo de vida y antigüedad
Este hallazgo desafía la idea de que las zonas de várzea eran simplemente ocupadas de forma temporal. La presencia de elaboradas estructuras elevadas, costumbres funerarias complejas y una cerámica único indican que existía una cultura sofisticada y asentada de manera más estable en este entorno dinámico.
Uno de los aspectos más destacados anotados por el equipo, liderado por Amaral, es que este trabajo representa más que una investigación: es una construcción colaborativa de conocimiento respetuoso con las comunidades locales. La unión de saberes permite preservar no solo los restos materiales, sino también las memorias vivas de los descendientes de quienes habitaron estas várzeas.