Investigadores internacionales han identificado que la luna Ío, satélite de Júpiter, presenta siete volcanes activos. Este hallazgo sitúa a Ío como el objeto con mayor actividad volcánica conocida en todo el Sistema Solar. La investigación fue encabezada por Joel Sánchez Bermúdez, científico del Instituto de Astronomía de la UNAM.
La Universidad Nacional Autónoma de México informó que esos siete volcanes convierten a Ío en un cuerpo espacial de actividad volcánica excepcional. En el proyecto colaboraron también especialistas de la University of California, Berkeley, el Space Telescope Science Institute, el California Institute of Technology, el Large Binocular Telescope Observatory (con apoyo de Alemania, Italia y Estados Unidos), y el Royal Institute of Technology de Suecia.
Características físicas y dinámica volcánica de Ío
Aunque no es la luna más grande del sistema joviano —ese rol lo tienen Ganímedes y Calisto—, Ío alcanza aproximadamente 3,600 kilómetros de diámetro. Su superficie está en constante transformación debido a una intensa actividad volcánica que remueve y remodela el terreno continuamente.
La fuente principal de ese calor interno se debe a la resonancia orbital con otras lunas de Júpiter. Esa resonancia provoca fuerzas gravitacionales que calientan el interior de Ío y favorecen erupciones continuas.
Por esta razón, a Ío también se la considera “la luna más caliente de Júpiter”.
Herramientas clave: James Webb e inteligencia artificial
Para detectar esos siete volcanes activos, los científicos emplearon el Telescopio Espacial James Webb (JWST) junto con una novedosa técnica de interferometría. Esta técnica permite medir con exactitud distancias y formas mediante la superposición de ondas luminosas.
La modalidad usada se conoce como “interferometría con enmascaramiento de apertura”. En ella, se coloca una máscara con siete pequeños orificios sobre la pupila del telescopio. Con ello se duplica la resolución efectiva del JWST y se obtienen imágenes más nítidas de los cuerpos celestes analizados. Este método representa la primera vez que se aplica en un telescopio espacial.
Más allá de esto, los investigadores integraron redes neuronales con el objetivo de reconocer patrones en las imágenes cósmicas. Este método permitió reconstruir la estructura de Ío mediante un proceso llamado “deconvolución”, una técnica desarrollada por Sánchez Bermúdez y su equipo.
El reto fue considerable: Ío tiene un tamaño casi igual al campo de visión del interferómetro, lo que imposibilita el uso de técnicas tradicionales de reconstrucción de imagen. Para superar ese obstáculo se diseñó un nuevo algoritmo con inteligencia artificial que reconstruye con precisión la superficie lunar.
Hallazgos volcánicos y pistas sobre la composición de Ío
Combinando observaciones reales, simulaciones por computadora y análisis avanzados, los científicos lograron no solo confirmar la existencia de siete volcanes activos en Ío, sino también localizar sus “puntos calientes” y erupciones recientes.
Además, se identificaron zonas de emisión volcánica y posibles depósitos de dióxido de azufre, lo que aporta nueva información sobre la composición geológica de la luna.
Implicaciones para el futuro de la exploración espacial
Para Joel Sánchez Bermúdez, este avance representa un punto de inflexión en la manera de estudiar el cosmos. En sus propias palabras:
“Es probable que futuras misiones espaciales se hagan con interferómetros y no con telescopios unitarios como el James Webb. Esto es bastante novedoso; hacer interferometría en el espacio nos da ventajas que no tenemos haciendo observaciones desde la Tierra.”
El investigador enfatiza que la interferometría en el espacio evita distorsiones atmosféricas que afectan las observaciones desde la Tierra.
La participación de la UNAM en este proyecto abre la puerta a una mejor comprensión de la actividad volcánica en otros mundos y podría sentar las bases para nuevas técnicas en misiones futuras.
Deja un comentario Cancelar respuesta