Hace más de medio siglo, Alejandra Pizarnik, una de las poetas más profundas de América Latina, decidió poner fin a su vida a los 36 años.
Ingerir 50 pastillas de Seconal fue su manera de despedirse del mundo, pero su obra literaria permanece intacta en el imaginario de quienes encuentran en sus versos una fuente inagotable de inspiración, sensibilidad y respuestas a los dilemas más íntimos.
¿Quién fue Alejandra Pizarnik?
Nacida en Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires, Alejandra Pizarnik era la hija menor de una familia de inmigrantes judíos rusos. Desde muy joven, se sintió profundamente incomprendida por su entorno.
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Fue en la literatura donde halló un refugio, un lugar donde explorar y dar forma a esa sensación de alienación que la acompañó durante toda su vida. Su pasión por las letras fue, sin duda, un modo de intentar entender su mundo interior.
En 1953 se graduó de la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y un año después ingresó a la Universidad de Buenos Aires para estudiar Filosofía y Letras. Paralelamente, comenzó su formación artística junto al pintor surrealista Juan Batlle Planas, quien introdujo a Alejandra Pizarnik al surrealismo, una influencia determinante en su obra. A pesar de sus estudios en periodismo, fue en la poesía donde encontró su verdadera voz.
Las vivencias personales y los encuentros profesionales moldearon su estilo poético. Su incursión en el psicoanálisis, donde buscaba entender su inconsciente, y su contacto con el surrealismo, que influyó profundamente en su visión artística, fueron esenciales en la construcción de su voz literaria. Alejandra Pizarnik logró fusionar la exploración interna con una narrativa literaria cargada de simbolismos y de imágenes oníricas.
Los temas de los escritos de Pizarnik
Los temas que predominan en sus escritos reflejan su constante búsqueda de identidad y sentido: la nostalgia por la infancia perdida, la muerte, el exilio, la soledad y la relación entre la vida y la poesía.
Su estilo íntimo y sensual capturó una mirada única sobre estos temas, como subraya la periodista Aitana Palomar: “Fusionando literatura con su creciente interés por la subjetividad, la escritora empezó a desarrollar una voz poética que se sumergía en lo onírico y la búsqueda de la identidad”.
A pesar de que Alejandra Pizarnik dejó este mundo hace más de 50 años, su obra sigue siendo un faro que ilumina los caminos de quienes buscan entender los complejos laberintos de la mente humana y sus emociones.
Algunos poemas de Alejandra Pizarnik
En Verás Noticias, te presentamos algunos poemas de la autora argentina Alejandra Pizarnik, quien con sus letras encarnó lo que sentía y pensaba.
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
LA NOCHE
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
Sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre
Alguna vez volveremos a ser
LA PALABRA QUE SANA
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
DÍA CONTRA EL SUEÑO
No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva
sin encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caosportátiles vocablos.
SOLO UN NOMBRE
Alejandra Alejandra
debajo estoy yo
Alejandra,
EL MIEDO
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.