En la década de 1960, cuatro hermanas conocidas como Las Poquianchis operaron una red de burdeles que se convirtió en una maquinaria de explotación y asesinato en México. Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela reclutaban jóvenes de comunidades rurales, algunas engañadas con promesas de empleo, otras compradas por unas cuantas monedas.
Una vez dentro, las mujeres eran sometidas a golpizas, encierros prolongados y privación de alimentos; los recién nacidos eran asesinados para evitar “complicaciones” en el negocio. La complicidad de autoridades permitió que esta red creciera durante más de una década sin obstáculos.
El escándalo estalló en 1964, cuando una víctima logró escapar y denunciar. Los allanamientos posteriores revelaron fosas con al menos 91 cuerpos, aunque algunos investigadores calcularon que las víctimas superaban las 200. El juicio se convirtió en un evento mediático nacional; Delfina y María de Jesús recibieron 40 años de prisión, mientras que María Luisa fue condenada a 27 años. Carmen había muerto en 1949, antes de que estallara el escándalo.
Las Poquianchis, de la realidad a la sátira literaria
Años más tarde, Jorge Ibargüengoitia relató la historia en su novela “Las muertas” (1977), transformando a las hermanas González Valenzuela en las ficticias hermanas Baladro.
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Redujo el número de víctimas y convirtió la tragedia en sátira, usando el humor negro para criticar la burocracia y la corrupción que permitió los crímenes. Ibargüengoitia no buscaba un reportaje fiel, sino cuestionar a la sociedad que toleró el horror.
Estrada, reconocido por películas como “La ley de Herodes” y “El infierno”, retoma esta versión literaria en la serie de Netflix. La trama combina melodrama, comedia negra y suspenso; solo dos hermanas concentran la historia, interpretadas por Paulina Gaitán y Arcelia Ramírez, y se activa con el intento de asesinato de un personaje ficticio, Simón Corona. La sátira sigue siendo la herramienta para cuestionar a la sociedad y mantener presente la memoria de las víctimas.
La serie “Las Muertas” y su enfoque actual
La serie, dirigida por Luis Estrada, ofrece un enfoque contemporáneo que combina comedia negra y suspenso para explorar los horrores históricos de manera crítica y entretenida. Más que reconstruir los hechos al detalle, la producción busca interrogar a la sociedad actual sobre la corrupción, la impunidad y la violencia de género, manteniendo la esencia del libro de Ibargüengoitia y honrando la memoria de las víctimas.
Entre finales de los años 40 y principios de los 60, las hermanas González Valenzuela reclutaron a decenas de jóvenes, algunas engañadas con promesas de empleo, otras compradas a sus familias. La brutalidad de los burdeles y la complicidad de policías permitió que los crímenes pasaran inadvertidos por años. A pesar de la justicia aplicada, el sistema cómplice nunca fue plenamente castigado, dejando el nombre Poquianchis como sinónimo de horror.
La serie “Las Muertas” funciona como puerta de entrada para nuevas generaciones a un capítulo oscuro de la historia criminal mexicana. La historia fue real, la novela fue sátira y la serie es reinterpretación. Juntas, las tres versiones mantienen vigente una herida que todavía no se ha cerrado, recordando la importancia de la memoria histórica y la reflexión social.
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