Hablando de historia y otras cosas, ¿saben ustedes cuáles fueron las primeras Olimpíadas que se celebraron a más de 2 mil metros de altura, en Latinoamérica y en un país que no era del primer mundo?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy, en honor a los Juegos Olímpicos que este año no pudieron llevarse a cabo, recordemos algunos de los sucesos excepcionales de las XIX Olimpíadas de México, en 1968.
En ese magno acontecimiento, ocurrieron muchas cosas que nunca antes habían sucedido. Por primera vez se compitió en material sintético, utilizándose el poliuretano en la pista de atletismo. Por primera vez se saltó cayendo sobre colchonetas, hubo cronometraje eléctrico y se emplearon pértigas de fibra de vidrio. Por primera vez se realizaron análisis de antidopaje a los atletas.
Sin embargo, una de las novedades más significativas fue que una mujer: Enriqueta Basilio, portara la antorcha y encendiera el pebetero olímpico. Este hecho llegó a todo el mundo por primera vez en vivo, por televisión, transmitido vía satélite. Pudimos, así, atestiguar los 76 récords olímpicos y 30 mundiales que se batieron en México 68.
Muchos ocurrieron en el mítico Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, como el salto de longitud de 8.90 metros, de Bob Beamon, que permaneció vigente por más de 22 años. Vimos a Jim Hines romper la barrera de los diez segundos en los 100 metros planos, y ovacionamos a Dick Fosbury, por romper el récord mundial de salto de altura, e innovar, con su curioso estilo, la técnica para lograrlo. Hay quienes afirman que México supuso una revolución absoluta en el atletismo.
Pero nada nos causó más orgullo, como mexicanos, que ver a Felipe “El Tibio” Muñoz, recibir la medalla de oro y mostrarnos, con su esfuerzo y tesón, nuestro propio potencial; así como también emocionarnos ante la integridad de Pilar Roldán, quien pudo haber ganado el oro por default, pero escogió competir. Su medalla de plata vale todas las de oro.
Recordemos también que los Juegos Olímpicos de México han sido los más económicos de la historia, gracias a la acertada planeación del Comité Organizador, dirigido por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien también propuso llevar a cabo, por primera vez, una Olimpíada Cultural, que duró todo el año y que involucró a los países participantes en actividades culturales, artísticas y científicas. “Todo es posible en la paz”, fue uno de sus principales lemas.