Los mayas, al igual que otras culturas mesoamericanas, tuvieron un profundo interés por la muerte, lo cual se refleja en su arte que está plagado de símbolos mortuorios, los cuales encontramos en códices, esculturas, motivos ornamentales de edificios, adornos personales, etcétera.
La muerte y los mayas
De acuerdo con investigaciones de la Universidad Autónoma de Yucatán UADY)el conjunto de símbolos de la cultura maya, hace referencia a la muerte y al inframundo: esqueletos, cráneos, huesos humanos, agua o elementos acuáticos, nenúfar, jaguar, signos de la noche y la oscuridad, figuras con los ojos cerrados y boca entreabierta, búhos y murciélagos, son motivos constantemente repetidos en la iconografía.
Aunque algunos son de fácil explicación como los huesos o los animales nocturnos, otros más complicados, como el nenúfar, elegido tal vez debido a que crece en el agua y se cierra por la noche para abrirse de nuevo al amanecer.
Otra prueba de lo relevante de la muerte entre los mayas es la importancia que le concedían al dios de la muerte, el cual es uno de los más representados en los códices y en muchos edificios.
Este dios recibía diferentes nombres:
- Ah puch
- Hunhau,
- Cunhau
- En tiempos recientes Kisin y Yum Cimil (el señor muerte).
Se dice que el dios de la muerte tiene dos jeroglíficos con su nombre.
- El primero representa la cabeza de un cadáver con los ojos cerrados por la muerte.
- El segundo la cabeza del dios mismo, con la nariz truncada, mandíbula descarnada y como prefijo un cuchillo de pedernal para los sacrificios. El dios de la muerte era le deidad patrona del día Cimí, que significa muerte en maya.
Los mayas creían que la muerte no afectaba solamente a los hombres, sino que también morían los seres semidivinos de sus mitos, los astros (el sol, la luna, venus), los períodos calendáricos y los dioses.
Pero en realidad, la muerte no era más que un cambio de estado, una forma de vida diferente en otro lugar, pero con las mismas necesidades.
“Es así como el Dios de la Muerte, que por su aspecto es también un muerto, puede, según nos muestran los códices, tener actividades semejantes a las de los vivos sobre la tierra: tejer, producir fuego, caminar bajo la lluvia, empuñar una lanza o un hacha, fumar, quebrar una planta o copular con una mujer.
Por otra parte, el Popol Vuh relata que los malévolos seres de Xilbalba inframundo), país de los muertos, también llevan cierta clase de vida, jugaban a la pelota, etcétera.
Asimismo, la concepción dual de la muerte como parte de un ciclo constante en el que recomenzaba la vida, esta claramente expresada en el Popol Vuh, cuando la calavera de Hunhunahpú fecunda con su saliva a Ixquic, hija de los señores del inframundo, lo que representa la germinación del maíz en la tierra.
Al parecer los mayas tenían una actitud ambivalente ante la muerte, pues si bien es cierto que el Dios de la muerte era temido veneraban a sus muertos.
El arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier afirma que los mayas no le tenían miedo a la muerte y que por el contrario existía un verdadero culto a los muertos.
Otra prueba del culto a los difuntos son los cientos de entierros descubiertos dentro de los edificios de los centros ceremoniales, que reflejan un culto básico a los muertos como parte fundamental de la ideología de los antiguos mayas.
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