Rudolf Bittorf, Cónsul Honorario de Alemania (retirado) y pionero en turismo europeo en el Caribe Mexicano, tuvo la oportunidad de conocer desde su juventud en Brasil, la importancia de la navegación durante la época del descubrimiento de América; posteriormente adquirió más conocimiento de la construcción de barcos de Portugal y España de los siglos XV y XVI.
¿Hernán Cortes quemó sus barcos?

Probablemente se originó -dice- como supuso Federico Gómez de Orozco, en una de las pinturas que ornaban el Túmulo Imperial, levantado en las exequias de Carlos V, en México, 1559, pintura que Francisco Cervantes de Salazar describió diciendo que representaba “los navíos en que [Cortés] pasó, quemados y echándolos al través”.
“Al través” en aquella época significaba “encallar un barco atravesado a una playa”; es decir cuando la marea baja, el barco cae gran parte en seco, inclinándose hacia la costa, exhibiendo su parte del casco sumergido a las inclemencias del sol, el que en pocos días resecaba las tablas de forro, encogiéndolas y abriendo así las ranuras “costuras” de los barcos, dejando entrar las aguas, lo que imposibilita el posterior rescate del barco y las inmoviliza de manera permanente.
También era posible que la naves fueran barrenadas o agujeradas cuando la marea era baja y el fondo o interior de la embarcación era todavía seco, para que cuando posteriormente subiera la marea se llenara más fácil con agua y arena, acelerando así el proceso de inmovilizarlas para aprovechar esta posición firme, para el fácil acceso.

Los barcos encallados se podían desmantelar recuperando cabos, aparejos, velas de lona y herrajes como son pasadores de bronce y la clavación o clavos, para nuevos propósitos.
Para Rudolf Bittorf es importante mencionar que en América, en ese momento no existía el hierro que permitiera construir naves, de tal manera que si el barco se encontraba a 100 metros de la costa, era difícil de barrenarlo y después desmantelarlo.
Inclusive no descarta por completo que los integrantes de la expedición “los quemaron” de verdad pero hasta después de aprovechar todo lo útil.
Con que la expresión exacta que usaron para “quemar” ellos quisieron decir; “las pusimos al fuego”.
En conclusión, los barcos de Hernán Cortés no fueron quemados ni barrenados, tampoco abandonados, las naves fueron colocadas a lo largo de la playa (al través), fueron encalladas a lo largo de la playa para acceso fácil y desmanteladas con todo el material necesario para finalmente construir otros barcos (13 bergantines) que les permitieron seguir con su expedición.
La aventura de la “Niña” y la “Pinta”
En sus 50 años trabajando en el Caribe Mexicano, y como pionero en servicios para el turismo masivo charter europeo en la isla de las golondrinas, Cozumel, Rudolf Bittorf se dio cuenta que no existían barcos construidos expresamente para el turismo, ya que los únicos disponibles eran propiedad del hotel Cozumel Caribe, del cual fue Gerente Residente.
Rudolf Bittorf se encontró en el hotel Cozumel Caribe con tres motoveleros todos con mucho carácter regional (Mundaca 1, Mundaca 2 y el Matancero) fabricados por el hijo de la familia propietaria del hotel, el Sr. Fernando Barbachano Herrero.
Posteriormente, y tras una rigurosa investigación, Rudolf Bittorf, ya en Cancún, materializó uno de sus grandes sueños: construir réplicas de la “Niña” y la “Pinta”, embarcaciones con las que Cristóbal Colón descubrió América en 1492.


“Salimos como en cinco documentales y 10 idiomas alrededor del mundo. ¡Qué gran difusión para Cancún, salimos en un casete junto con el documental de Napoleón”- dice en exclusiva con Verás.Mx.
Rudolf Bittorf explica que construyó la “Niña” porque era una pequeña carabela y la embarcación preferida de Cristóbal Colón que usó dos o tres veces para cruzar el Atlántico, además de que era una carabela muy rápida y muy conocida a nivel mundial.
La “Pinta” ya tenía velas cuadradas como la “Santa María”, en cambio, la “Niña” es una embarcación con velas triangulares o latinas, y en la versión que construyó Rudolf Bittorf del tamaño de un bergatín, que es una nave mucho más chica que la original en la que se puede remar o velear, ideal para explorar costas y ríos de poco calado o viento.
La “Pinta” original tenía una tripulación de 20 personas en la expedición de Cristóbal Colón; y para los paseos turísticos que actualmente se ofrecen tiene una capacidad máximo de 30 personas.
Rudolf Bittorf aclara que en la expedición de Cristóbal Colón, la “Santa María” no era propiamente una carabela, sino una nao o una embarcación de mayor capacidad de carga general para el traslado de caballos e tenía una popa redonda (de melón) y no de espejo, como las carabelas. La “Santa María” original tenía una tripulación para unas 50 personas, y tanto la “Niña” como La “Pinta” para 20 personas.