El Festival Internacional Cervantino (FIC) presentó la brújula curatorial de su edición 53, que se celebrará del 10 al 26 de octubre en Guanajuato: priorizar a las mujeres, con foco particular en creadoras indígenas.
Como gesto concreto, el FIC anunció el estreno de cinco obras comisionadas a compositoras latinoamericanas: Melissa Vargas (Colombia), Paulina Monteón (Ciudad de México), Estrella Cabildo (Veracruz), Sonia Rodríguez (Guanajuato) y Cecilia Pereyra (Argentina). Los encargos apuntan a expandir el canon desde territorios, lenguas y experiencias diversas.
La prioridad a creadoras indígenas desborda el terreno musical y llega a artes escénicas, cine y proyectos comunitarios. La intención es poner en circulación narrativas y corporalidades históricamente periféricas en circuitos masivos, con dispositivos de escucha que privilegien el encuentro directo con públicos locales.
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En cifras, la edición mantiene su vocación internacional y multidisciplinaria con decenas de funciones y miles de artistas de más de 30 países, entre música, danza, teatro, ópera, cine y exposiciones. La amplitud de la programación permite cruzar lenguajes y acercar públicos que no suelen compartir sala.
El Reino Unido será país invitado de honor, con propuestas que dialogan con ecología, patrimonio y creación contemporánea; Veracruz fungirá como invitado estatal, llevando al Cervantino un mosaico que combina tradición, vanguardia y litoral. Ese doble foco abre un puente entre escenas y temas compartidos.
A nivel de ciudad, el festival activa su conocido ecosistema urbano: teatros, plazas, templos y espacios alternativos operan como una red de proximidad para experiencias íntimas o de gran formato. La capilaridad de sedes ha sido clave para que propuestas con fuerte anclaje territorial encuentren audiencias diversas.
La curaduría apuesta por una transversalidad real: no se trata de “secciones” femeninas, sino de autores y autoras en diálogo, con equipos técnicos y de producción donde la presencia de mujeres también sea visible. Ese enfoque busca normalizar lo que por años se presentó como excepción.
En el plano simbólico, priorizar a creadoras indígenas implica redistribuir centralidades. Es llevar al proscenio lenguas, repertorios y formas de relacionarse con el territorio que enriquecen la conversación cultural del país. El resultado esperado es doble: público con nuevas referencias y artistas con rutas de circulación más estables.
El FIC, además, se compromete con instrumentos de mediación y accesibilidad: charlas, talleres, funciones en espacios abiertos y estrategias para públicos jóvenes. Con ello, la agenda de inclusión evita quedarse en el nivel del discurso y se vuelve experiencia concreta en barrios y plazas.
El diálogo internacional del Cervantino adquiere una nueva capa con la presencia británica y la de Veracruz: cooperación artística, residencias y circulación bilateral de obras que podrían proyectarse más allá de octubre. Ese tejido de colaboraciones es, en los hechos, la huella que el festival busca dejar cada año.
En un país que discute su diversidad cultural y su equidad de género, la edición 53 se presenta como un laboratorio de políticas culturales en vivo: seleccionar, producir y exhibir obras que encarnen esas discusiones, no solo que las enuncien. Ese es el verdadero desafío de la programación 2025.
Si la apuesta cuaja, el balance del FIC será más que un conteo de funciones y taquilla. Se medirá en nuevos públicos, nuevas alianzas y nuevas referencias para futuras generaciones de artistas. Desde Guanajuato, la señal es clara: el futuro del festival se escribe con mujeres —y, en especial, con creadoras indígenas— en el centro.
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Con información de LA JORNADA
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