El mundo del boxeo quedó perplejo tras la noticia de que el estadounidense Terence Crawford perdió uno de sus títulos de campeón mundial a pesar de haber derrotado recientemente al mexicano Saúl “Canelo” Álvarez en una pelea histórica.
Lo que parecía una consolidación definitiva de su supremacía dentro del pugilismo profesional se convirtió en un episodio polémico que abrió un debate sobre las reglas, los organismos rectores y la justicia en este deporte de millones de aficionados y cifras millonarias.
La pelea, disputada hace unas semanas en Las Vegas, fue considerada por muchos como la “pelea del siglo”, con dos de los mejores libra por libra enfrentándose en un combate memorable. Crawford logró imponerse por decisión unánime, demostrando su técnica depurada, su capacidad defensiva y una contundencia ofensiva que neutralizó los intentos de imponer su poder. El triunfo parecía abrirle la puerta a un reinado absoluto, pero los días posteriores trajeron una sorpresa que nadie esperaba.
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El organismo que regula el título en cuestión, la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), decidió retirarle el cinturón argumentando que Crawford incumplió con las reglas de defensa obligatoria. De acuerdo con la normativa, el campeón debía enfrentar a un retador mandatorio en un plazo específico, y aunque la pelea contra Canelo generó ingresos históricos y fue aprobada como evento especial, no fue considerada como parte del cumplimiento de dicho requisito.
Esta decisión ha generado gran controversia. Por un lado, los defensores de la AMB aseguran que las reglas deben cumplirse al pie de la letra y que, de lo contrario, se perdería la credibilidad en el sistema de clasificación. Por otro lado, críticos y aficionados consideran absurdo que un peleador que derrotó al considerado mejor libra por libra pierda un título por cuestiones burocráticas, en lugar de defenderlo en el ring.
Crawford, visiblemente molesto, declaró que la medida era injusta y que atenta contra la lógica del deporte. “Acabo de vencer al campeón más reconocido del mundo y me quieren quitar un título en una oficina. Eso no es boxeo”, expresó el pugilista, quien aseguró que apelará la decisión y exigirá que se le restituya el cinturón. Sus palabras encontraron eco en el público y en varios especialistas que ven en esta decisión un retroceso para la credibilidad del boxeo.
El equipo de Canelo, por su parte, no tardó en reaccionar. Aunque reconocieron la derrota en el cuadrilátero, consideraron que la situación abre la puerta para una posible revancha con tintes aún más lucrativos. “Esto puede ser una oportunidad para que se genere otra pelea histórica. La gente quiere ver justicia en el ring”, comentó un miembro de su entorno cercano, alimentando la expectativa de un segundo enfrentamiento.
Organismos como el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la Federación Internacional de Boxeo (FIB) han evitado pronunciarse directamente sobre el caso, aunque algunos de sus representantes han señalado en entrevistas que es urgente revisar las reglas de los campeonatos unificados para evitar contradicciones y vacíos legales que afecten la legitimidad de los resultados.
La polémica también refleja las tensiones entre los intereses deportivos y económicos en el boxeo moderno. Las peleas más taquilleras suelen desafiar los calendarios obligatorios de defensa, lo que genera conflictos entre los organismos y los promotores. En este caso, la pelea entre Crawford y Canelo fue aprobada por la magnitud del evento, pero no cumplió con las formalidades reglamentarias que exigen enfrentarse al retador oficial.
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A pesar de la controversia, Crawford continúa siendo considerado por la mayoría de expertos como el mejor boxeador libra por libra de la actualidad. Su talento y su récord impecable lo mantienen en la cima, más allá de la pérdida administrativa de un título. Sin embargo, el episodio ensombrece un triunfo que debía ser histórico y deja abierta la puerta a nuevos duelos que podrían redefinir el panorama del boxeo mundial.
Terence Crawford perdió un título mundial no por derrota en el ring, sino por una decisión administrativa que generó polémica. Este hecho reabre la discusión sobre las reglas en el boxeo, la credibilidad de los organismos y la tensión entre deporte y negocio en una disciplina que vive de la emoción y la justicia dentro del cuadrilátero.