Polvo interestelar, esencial en el origen de estrellas, planetas y la vida

El espacio entre las estrellas, lejos de ser un vacío inerte, es un tejido vivo compuesto por gas y polvo interestelar,

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Un material esencial que alimenta la creación de nuevas estrellas, planetas e incluso ingredientes básicos para la vida.

Estas partículas microscópicas son los restos de estrellas antiguas y explosiones supernova, recicladas en forma de granos minerales que se acumulan en nubes moleculares densas, también llamadas nebulosas, donde nacen nuevas estrellas y sistemas planetarios.

El polvo interestelar cumple varias funciones cruciales: emite en infrarrojo, lo que ayuda a disipar energía gravitacional en nubes colapsantes; protege regiones moleculares de la radiación estelar; y sirve como catalizador en la química que produce compuestos complejos.

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Uno de los ejemplos más estudiados es la Nebulosa de Orión, donde gas y polvo concentran materia en fases de protostar. La radiación ultravioleta de estrellas jóvenes ioniza el entorno, mientras el polvo permite observar con infrarrojos los procesos ocultos a visión directa.

Más allá del ciclo de las estrellas, este polvo interestelar lleva huellas químicas pre-solares. Granos astronómicamente antiguos, o “presolar grains”, conservan isótopos que revelan la composición de estrellas progenitoras, permitiendo reconstruir procesos nucleares en galaxias distantes.

Algunos de estos granos también son detectables en meteoritos que caen a la Tierra, preservados desde antes de que nuestro sistema solar se formara. Al analizar su composición, los científicos descubren una cápsula del tiempo de la evolución interestelar.

La función del polvo interestelar no se limita a la estrella en formación; se vincula con la formación planetaria. Los discos protoplanetarios, donde nacen planetas, se nutren de esa materia, y colisiones entre planetesimales generan polvo nuevo que retroalimenta el ciclo de crecimiento.

Esa conexión entre polvo y vida encuentra expresión simbólica: como dijo Carl Sagan, “estamos hechos de polvo de estrellas”. Todos los elementos pesados de nuestro cuerpo, como carbono, nitrógeno, hierro o calcio, se originaron en estrellas que explotaron y dispersaron su material al cosmos.

Entender el polvo interestelar es también clave para la astrobiología. Las condiciones químicas y físicas que se generan en estas nubes son el caldo de cultivo primordial para compuestos orgánicos, planetas habitables y, potencialmente, vida en otros rincones del universo.

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Con información de LA JORNADA

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