Si te encuentras en el lugar y en el momento adecuados el cielo puede sorprenderte con fascinantes formas y colores capaces de deslumbrar por completo tu retina. Quizás el ejemplo más claro de ello son las auroras boreales, que se dan normalmente en las regiones polares cuando no hay vientos cerca de la superficie.
Se producen por la interacción entre las partículas del viento solar y los átomos y moléculas presentes en la atmósfera, lo que hace que el cielo se tiña de una mezcla de colores que va del verde al azul.
El espectáculo de color es, en concreto, consecuencia de la excitación de las partículas de oxígeno y de nitrógeno suspendidas en el aire.
Aurora and Light pillars last night over Eastern Manitoba, Canada ~ Thanks to Brent Mckean @BrentMckean501 #AuroraBorealis #StormHour pic.twitter.com/J9HHuil23U
— #StormHour (@StormHour) December 30, 2018
Sin embargo, esta no es la única razón por la que el cielo puede llegar a teñirse de color, pues algo parecido ocurre cuando una fuente de luz natural o artificial se ve reflejada en los diminutos cristales de hielo que hay suspendidos en la atmósfera o en las nubes a poca altura de la superficie en ciertas partes del globo terráqueo.
En zonas como Canadá o Rusia, donde es común observar auroras boreales, es fácil confundir éstas con pilares de luz, si bien el motivo por el que se produce cada uno de estos fenómenos es muy distinto.
Sin embargo, para observar los pilares de luz no es necesario desplazarse hasta lugares remotos libres de contaminación lumínica, que es desde donde mejor se advierten las auroras. De hecho, el propio alumbrado público de las ciudades es capaz de crear estas columnas lumínicas.
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Eso sí, para que este fenómeno óptico se produzca la temperatura debe de ser lo suficientemente baja como para que se formen los cristales de hielo y vayan descendiendo a la vez que pierden poco a poco y por culpa de la turbulencia la horizontalidad que les concede su morfología plana y hexagonal.
En las ciudades, de noche, estas columnas suelen adoptar el color anaranjado de la luz de las farolas. No obstante, los rayos de luz también pueden aparecer repentinamente en el cielo cuando la luz del sol naciente o poniente golpea los cristales de hielo i crea lo que se conoce como ‘pilares solares’. En este caso, las barras de luz adoptan los tonos rosados rojos y naranjas del sol cuando está próximo o por debajo del horizonte.
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Con información de La Vanguardia