¡Perrito aduanero! En el paso fronterizo entre Costa Rica y Panamá, un singular “agente” se ha robado el corazón de viajeros, turistas y trabajadores. Se trata de Abelito González, un perro rescatado por Don Rogelio González Aguilar, quien le dio no solo un hogar, sino una nueva vida y hasta una profesión.
Don Rogelio, panameño de 50 años, trabaja en la estación de autobuses Tica Bus en Paso Canoas, donde apoya a los pasajeros en trámites aduaneros. Durante sus jornadas, notó a un perro que deambulaba por el lugar, siempre moviendo la cola con entusiasmo y buscando algo de comida.
Aquel gesto simple encendió un viejo sueño: desde niño, Rogelio había querido un perro, pero nunca tuvo oportunidad. Con Abelito, ese deseo se hizo realidad.
El nuevo comiendo de don Rogelio y su perrito

El can vivía en la calle y solía acompañar a un hombre en situación de calle que rara vez lo alimentaba. “A mí me encantó desde la primera vez que lo vi, porque, a pesar de ser callejero, siempre estaba alegre”, cuenta Don Rogelio.
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Empezó dándole agua y comida, hasta que un día decidió adoptarlo y bautizarlo como Abelito. Desde entonces, se convirtió en un González más.
Pero no solo encontró hogar: Abelito también fue “contratado” como agente especial de Tica Bus. Su labor consiste en acompañar a su dueño, subirse a los autobuses y recibir mimos de los pasajeros.

“Su trabajo es hacer feliz a la gente”, dice Rogelio entre risas. El perro también ayuda a calmar a quienes enfrentan procesos migratorios largos y tediosos. “La gente llega cansada y verlo les saca una sonrisa”.
El perro más querido de la frontera
Abelito es ya una celebridad local. Muchos pasajeros que transitan por la frontera lo reconocen y lo buscan para acariciarlo. “Algunos me dicen que se lo quieren llevar, pero él ya tiene casa, comida segura y mucho amor”, asegura Rogelio.
Ambos son inseparables. Comparten sus días entre trámites, juegos y cariño. “Él es parte de mi familia y así será siempre. Se ganó su lugar, su apellido y su trabajo”, concluye su orgulloso dueño.

Abelito no solo encontró un hogar, encontró su lugar en el mundo… y una credencial de agente honorario.
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