Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que tanto las posadas como las pastorelas navideñas se remontan a la época medieval?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de las pastorelas, este producto mexicano que puede trazar sus orígenes hasta el siglo XIII.
Según cuenta la tradición, la primera representación escénica del nacimiento de Jesús, es decir, el pesebre con las imágenes de María, José, el asno, el buey y los pastores, fue realizada por San Francisco de Asís en el año 1223. Esta costumbre, que a partir de entonces se extendió por todo el mundo, empezó a ser representada teatralmente en la Nueva España con el nombre de “pastorela”. Entre sus antecedentes se cuentan también los autos sacramentales, que tenían por objeto interpretar pasajes bíblicos, y que fueron introducidos por los franciscanos, aprovechando que también los pueblos indígenas representaban de manera teatral algunos aspectos del culto a sus deidades. En 1530, el obispo fray Juan de Zumárraga, expidió una ordenanza para que se celebrase, por primera vez la llamada Farsa de la Natividad Gozosa de Nuestro Salvador, y cinco años después tuvo lugar la primera representación de una pastorela: La Adoración de los Reyes. Por su parte, La comedia de los Reyes, se comenzó a escenificar en 1600 y se convirtió en una de las pastorelas predilectas de los indígenas.
La tradición continuó, y en 1818, el escritor Joaquín Fernández de Lizardi escribió La Noche más Venturosa, que desde entonces ha sido una de las pastorelas más representadas en México. En el siglo XX, las pastorelas dejaron de lado el lenguaje culto, para adoptar expresiones más populares y coloridas, más cercanas al pueblo y a la crítica social.
El argumento básico de una pastorela es siempre el mismo: al enterarse del inminente nacimiento del Niño Dios, los pastores emprenden el viaje para ir a adorarle; y con el fin de impedir que lo hagan, el diablo y sus demonios, que representan los siete pecados capitales, les ponen toda clase de trampas y tentaciones, que los pastores acaban venciendo con la ayuda del ángel. Una vez finalizada la pastorela, los asistentes comparten tamales, atole, ponche y otros platillos tradicionales.
En la actualidad, una de las pastorelas más famosas y con más asistencia es la escrita por Jaime Saldivar y Miguel Sabido en 1963, y que se pone en escena cada año en la hostería del ex-convento de Tepotzotlán, hoy Museo del Virreinato.