Nohoch Mul, en la zona arqueológica de Cobá, es la pirámide maya más alta de la Península de Yucatán. Con 42 metros, domina la selva quintanarroense.
Construida entre 600 y 900 d.C., fue un centro ceremonial y político. Cobá conectaba rutas comerciales con Chichén Itzá y Tulum.
La pirámide, con 120 escalones, ofrece vistas panorámicas de la selva. Es una de las pocas en México que aún permite el ascenso.
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El sitio incluye sacbés, caminos blancos que unían ciudades mayas. Estas vías reflejan el avanzado urbanismo de la civilización.
Nohoch Mul era un observatorio astronómico. Sus alineaciones permitían a los mayas seguir eventos celestes con precisión.
El INAH mantiene Cobá abierto al público, con guías locales disponibles. La entrada cuesta 95 pesos, con descuentos para mexicanos.
En X, los visitantes comparten fotos de la cima de Nohoch Mul. El hashtag #NohochMul destaca su majestuosidad y entorno natural.
En el corazón de la selva quintanarroense, entre árboles centenarios y caminos milenarios, se alza una de las joyas arqueológicas más impresionantes del mundo maya: Nohoch Mul, la pirámide más alta de la Península de Yucatán. Su nombre en maya significa “gran montículo” y es, sin duda, un coloso que resiste al paso del tiempo y a la espesura del entorno selvático que lo envuelve.
Ubicada en la zona arqueológica de Cobá, al noroeste de Tulum, Nohoch Mul alcanza los 42 metros de altura, superando incluso a la pirámide de Kukulkán en Chichén Itzá. Su base está formada por siete niveles escalonados, con una empinada escalinata que antiguamente podía ser recorrida por visitantes, aunque el acceso a la cima ha sido restringido en años recientes para preservar su estructura.
Este sitio fue un centro de poder y comercio en el periodo Clásico del mundo maya, entre los años 500 y 900 d.C. Cobá, la ciudad que la alberga, llegó a tener más de 50,000 habitantes y se conectaba mediante una red de más de 50 sacbés —antiguos caminos blancos mayas—, el más largo de ellos con más de 100 kilómetros de extensión hacia la ciudad de Yaxuná, cerca de Chichén Itzá.
Desde la cima de Nohoch Mul, se puede apreciar una vista panorámica impresionante de la selva que rodea la región, una experiencia que simboliza tanto el esplendor como el aislamiento de la civilización que construyó estas estructuras. La pirámide no sólo destaca por su altura, sino por su simbolismo: es un recordatorio del dominio que los antiguos mayas tenían sobre la arquitectura, la astronomía y la planificación urbana.
La zona arqueológica de Cobá fue redescubierta por exploradores en el siglo XIX y abierta al público en 1973. Desde entonces, se ha convertido en un sitio de gran interés histórico y turístico, atrayendo a miles de personas cada año, quienes buscan una conexión directa con la cosmovisión maya.
Además de Nohoch Mul, en Cobá se pueden visitar otras estructuras como el Templo de las Pinturas, el Juego de Pelota y el Grupo Macanxoc, todos ellos rodeados de vegetación densa, lo que convierte la visita en una experiencia inmersiva entre naturaleza y cultura.
La conservación de Nohoch Mul es parte de un esfuerzo más amplio por proteger el patrimonio arqueológico de México. Las autoridades han restringido la escalada para evitar su deterioro, impulsando nuevas formas de turismo responsable que permitan su preservación para futuras generaciones.
Visitar Nohoch Mul no es solo una experiencia turística; es un viaje espiritual y cultural hacia una de las civilizaciones más avanzadas de Mesoamérica. A través de sus piedras, de sus caminos y de su imponente presencia, este gigante maya sigue desafiando al tiempo, recordándonos la grandeza de los pueblos originarios de México.
El Tren Maya, con una estación en Cobá, ha aumentado el turismo. Se espera que 2025 sea un año récord para la zona.
La selva circundante alberga fauna como monos araña y jaguares. Esto enriquece la experiencia de los visitantes.
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