El mediocampista galés, de 34 años, Aaron Ramsey, firmó por un año tras su salida del Cardiff City y se integró de inmediato a los trabajos en la Ciudad de México, con la mira puesta en debutar y liderar desde el centro del campo.
La operación fue presentada como un golpe de mercado: un internacional europeo con trayectoria en Arsenal y Juventus que elige la Liga MX para una nueva etapa. El anuncio de Pumas incluyó el esqueleto del calendario del equipo y un amistoso de preparación frente al Leganés, con el objetivo de acelerar la adaptación del jugador a altura, viajes y ritmo competitivo local.
En los primeros días, Ramsey puso énfasis en dos líneas: ambición deportiva y compromiso con el proyecto. Su aterrizaje no se vendió como pase mediático, sino como fichaje funcional para un entrenador que necesita circulación criteriosa, cambios de orientación precisos y llegada desde segunda línea. En ese mapa, el galés ofrece lectura de juego y liderazgo.
La apuesta encontró una primera confirmación en cancha: el 1.º gol de Ramsey con Pumas llegó en tiempo de reposición para darle un triunfo agónico al equipo ante Atlas. El tanto desató celebración y alivio por tres puntos que oxigenaron la tabla, además de validar el rol del galés en finales apretadas.
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Alrededor del fichaje, la cobertura internacional subrayó el inusual vector del movimiento: un capitán de Gales que opta por México y, en el camino, eleva el foco mediático sobre la Liga MX. El eco de agencias y portales deportivos mostró presentaciones, primeras palabras y el relato de un futbolista que llega con hambre de competencia real.
Desde el área de rendimiento, la hoja de ruta contempla administrar cargas para evitar lesiones musculares y facilitar la aclimatación a la altitud de la capital. El objetivo del cuerpo técnico es que el pico de forma del mediocampista coincida con el tramo decisivo del campeonato y, eventualmente, con compromisos internacionales del club.
En el vestidor, su presencia se traduce en hábitos de élite: estándares de entrenamiento, lectura de escenarios de partido y manejo emocional en marcadores cerrados. Para un equipo con base joven, el valor de un jugador que ha disputado finales y escenarios de máxima presión es también pedagógico.
El aterrizaje de Ramsey también se lee en clave de mercado. La exposición del club en medios europeos y plataformas globales puede atraer nuevos socios comerciales y pulir la marca Pumas fuera del continente americano. Ese intangible se refuerza cada vez que su nombre aparece asociado a goles, asistencias o victorias.
En la tribuna, el discurso del galés conectó rápido: la afición universitaria exige protagonismo y valora el trabajo de mediocampo que da sentido al juego. El “mi objetivo es ganar” se interpreta como compromiso con liguilla y con una identidad de pelota al piso que el club reclama como sello.
Los desafíos están claros: consolidar un bloque competitivo, sostener regularidad y evitar altibajos que en torneos cortos pueden costar caro. Si Pumas estabiliza su rendimiento con Ramsey como ancla de decisiones, el impacto del fichaje trascenderá lo simbólico y se convertirá en puntos.
Para el propio jugador, México abre una ventana estratégica rumbo a 2026: minutos de calidad, liderazgo y ritmo de competencia que lo mantengan en radar de su selección. Con esa motivación y el respaldo del club, el margen de mejora es tangible.
A fin de cuentas, la ecuación que propone Ramsey es simple y exigente: sumar desde el primer pase hasta el último esfuerzo. Si sus palabras se sostienen en continuidad y resultados, su frase de presentación dejará de ser declaración para convertirse en diagnóstico: vino a ganar.
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Con información de EL UNIVERSAL
