Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que, en tan sólo dos décadas, la Universidad del Caribe ha logrado situarse entre las cien mejores universidades del país?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de esta institución de educación superior, orgullo de Cancún, que ahora celebra sus veinte años de vida y desarrollo exitoso.
Hasta el año 2000, nuestra ciudad carecía de universidades públicas. Ello significaba que la mayoría de las y los jóvenes que deseaban continuar sus estudios hacia una formación profesional, se veían obligados a trasladarse fuera del estado o bien a abandonar sus sueños. Por tal motivo, la creación de la Unicaribe tuvo un significado histórico de enorme importancia.
Fue parte de un proyecto dedicado a fundar universidades nuevas, distintas del modelo tradicional, bien equipadas, con calidad, pertinentes a las necesidades productivas locales y con un énfasis especial en las habilidades sociales y emocionales. El modelo educativo de la Unicaribe, flexible y centrado en los aprendizajes, ha demostrado ser, hoy más que nunca y frente a los retos de la pandemia, la mejor opción para incentivar la autogestión y la disciplina de sus estudiantes, que suman más de tres mil.
Como institución pública, todo lo que ofrece está al alcance de cualquier persona, desde la información contenida en el acervo de su biblioteca, que incluye las colecciones documentales más importantes sobre la historia de Cancún, hasta la diversidad de actividades y eventos culturales y artísticos que promueve continuamente. Se trata de una universidad vinculada con su entorno social, que rescata tradiciones y saberes ancestrales, que crea conciencia y lleva a cabo acciones específicas de desarrollo sostenible y respeto al medio ambiente, con programas de movilidad nacional e internacional, en colaboración con el sector productivo, el gobierno y la sociedad civil.
Quizá lo más importante de la Unicaribe sea la formación integral que ofrece, resumida en su hermoso lema: “Educación y cultura para el desarrollo humano”.
Para mi, es un honor ser parte de esta institución educativa, sobre todo por lo que escuché de boca de su primer rector, hace ya muchos años: estamos contribuyendo al florecimiento exitoso de proyectos de vida. Cada estudiante es un proyecto de vida y no hay nada que exija más responsabilidad ni produzca más orgullo que ser parte de ese proceso.