Considerada una de las obras más célebres del arte universal, La Última Cena de Leonardo da Vinci continúa asombrando a visitantes de todo el mundo por su belleza, su historia y los enigmas que aún la rodean. Pintada entre 1494 y 1498 en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, la obra fue un encargo de Ludovico el Moro y representa el momento en que Jesús anuncia que uno de sus discípulos lo traicionará.

A diferencia de las técnicas convencionales de su época, Leonardo optó por una innovadora combinación de témpera y óleo sobre yeso seco, buscando un mayor realismo y detalle. Este método, sin embargo, provocó un rápido deterioro, obligando a múltiples restauraciones a lo largo de los siglos. La más reciente, concluida en 1999, empleó tecnología científica para recuperar los colores originales y eliminar intervenciones previas.
La Última Cena es un tesoro vigilado

La obra, de 4.60 metros de alto por 8.80 de ancho, permanece en su ubicación original. Debido a su fragilidad, solo se permite el ingreso de grupos reducidos de 25 personas cada 15 minutos, con el fin de preservar la temperatura y la humedad del ambiente.
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La Última Cena ha sido objeto de diversas teorías que han alimentado su leyenda. Algunos autores, como Dan Brown en El Código Da Vinci, han sugerido que la figura a la derecha de Jesús no sería Juan, sino una mujer, posiblemente María Magdalena. Aunque estas hipótesis no tienen respaldo académico, contribuyen al misticismo que rodea la pintura.

Misterios, daños y sobrevivencia a lo largo de los siglos
La obra también ha sobrevivido a episodios dramáticos. Durante la Revolución Francesa, soldados napoleónicos usaron la pared como blanco para prácticas de tiro. Más tarde, en la Segunda Guerra Mundial, un bombardeo destruyó el techo del refectorio, dejando el mural expuesto a la intemperie.
Hoy, visitar La Última Cena es una experiencia exclusiva que requiere reserva previa. Muchos paquetes turísticos incluyen visitas guiadas que combinan este icónico mural con recorridos por otros tesoros de Milán, como la Catedral del Duomo, la Pinacoteca Ambrosiana o la famosa Galería Vittorio Emanuele II.

Obra maestra del Renacimiento, testimonio histórico y fuente inagotable de debate, La Última Cena de Leonardo sigue cautivando a quienes se detienen a contemplarla.