Porque la vida es lo más importante, hoy hablaré de la ciencia de los cenotes.
Además de la belleza escénica de playas de blanca y suave arena, aguas cristalinas reflejando distintos tonos de azul, enmarcados por verdes manglares, el Caribe mexicano posee cuevas, grutas, cavernas y cenotes, con o sin agua, que agregan valor de exótica hermosura a este lugar, esa exótica hermosura también tiene una explicación científica.
En principio la geología. La Península de Yucatán emergió del mar.
Hace 12 millones de años, un fragmento de la antigua Pangea llamado Bloque Maya comenzó a levantarse desde el fondo del mar, actualmente tiene apenas 1 millón de años de haber emergido del mar. Este bloque se formó durante millones de años por depósito de capas de carbonatos, milímetro a milímetro, como un pastel mil hojas.
Actualmente el espesor del bloque es de 6 km en promedio y es plano, lo que explica ausencia de montañas.
Por su origen sedimentario de carbonatos, el agua de la lluvia se filtra hacia abajo rápidamente, lo que explica la ausencia de ríos superficiales, los “ríos” en estos lugares son subterráneos y conforman acuífero, la única fuente de agua dulce de la región.
Al filtrarse el agua de lluvia, va disolviendo el suelo, formando canales de disolución que con el paso de miles de años forman poros de distintos tamaños, desde milimétricos hasta cenotes, grutas y cavernas.
Esos poros cavernas, cenotes y laberintos son ahora el complejo sistema subterráneo de la Península de Yucatán, que invita a asomarse y conocer literalmente a “otro mundo”.