¡Obra en Cancún! La penumbra del Teatro 8 de Octubre se transformó este fin de semana en un claustro opresivo lleno de muros blancos, bastones de mando y pasiones prohibidas. La compañía poblana Turisteatro presentó La Casa de Bernarda Alba, obra maestra de Federico García Lorca, trayendo al escenario el choque entre rigidez social y deseo que desgarró la vida de sus personajes.
Desde el primer momento, el público fue testigo de la tiranía de Bernarda, interpretada por Ángeles Peniche, una viuda y matriarca implacable que mantiene a sus hijas bajo la presión del “qué dirán” y la honra familiar. Sin embargo, ni los muros ni el luto familiar lograron contener el triángulo pasional que se desató en la casa: Angustias (Mariana Ferrer), la hija mayor destinada a casarse con Pepe El Romano; Adela (Betzabel Torres), la más joven y rebelde, que lo reclama en secreto; y Martirio (Maribel Maximiliano), consumida por los celos en silencio.
Tensión y confrontación en cada escena
La tensión escaló escena tras escena como un cuchillo invisible. La desaparición del retrato de Pepe, las acusaciones entre hermanas, los golpes de Bernarda y la confrontación de Adela, que termina rompiendo el bastón que simboliza la autoridad materna, marcaron un crescendo dramático que desembocó en un desenlace inevitable: un disparo en el granero selló la tragedia, y Adela cayó vencida no por la vida, sino por el peso de la opresión y el deseo prohibido.
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El público rompió en aplausos tras el silencio que siguió al final. La fuerza actoral del elenco, que incluyó a Celia Libertad como La Poncia, Sandra Cruz (Magdalena), Daniela Durán (Amelia), Eugenia Victoria (la niña) y Gabriel Ávila como el silencioso Pepe El Romano, fue ampliamente reconocida. La intensidad de la puesta en escena recordó que el teatro es un espejo de lo humano, donde la pasión, los celos y la rebeldía se reflejan sin filtro.
Emociones y reconocimientos en el escenario
El director Carlos Arturo Aguilar, visiblemente emocionado, agradeció la calidez del público cancunense: “Venir a Cancún con lo que más nos gusta hacer, que es teatro, es la combinación perfecta”, dijo entre ovaciones. Además, el actor local Gabriel Dávila regresó al escenario que lo vio crecer como estudiante, recordando su formación bajo la guía de Magdalena Hidalgo. “Estoy feliz de regresar a mis tierras. Este escenario me compromete a traer más obras”, expresó antes de dedicar un aplauso a su madre presente entre el público.
Entre emociones contenidas, silencios dolidos y vítores encendidos, La Casa de Bernarda Alba recordó a Cancún que el teatro sigue siendo un reflejo de la condición humana, mostrando la opresión, la pasión y la rebeldía que atraviesan todas las épocas.
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