En el corazón del Bajío, al noroeste de Guanajuato, se encuentra Jalpa de Cánovas, un rincón que combina historia, arquitectura y tradiciones vivas. Su legado agrícola y su infraestructura hidráulica —canales, presas y jardines— lo convierten en un testimonio del esplendor que vivió durante el Porfiriato.
Este Pueblo Mágico, ubicado en el municipio de Purísima del Rincón, destaca por su pasado notable: en 1900, el entonces presidente Porfirio Díaz fue padrino de boda de la hacendada Guadalupe Cánovas y su esposo, el empresario estadounidense Óscar Braniff. Como regalo, Díaz otorgó a la comunidad **30 años de electricidad gratuita**, un gesto que modernizó la zona rural mucho antes que otras regiones del país.
Legado agrícola e infraestructura histórica
La historia de Jalpa de Cánovas comienza en 1542, cuando fue fundada como una hacienda agrícola. Durante el Porfiriato alcanzó su auge, gracias a la innovación en sistemas de riego promovida por los Cánovas-Braniff.
TAL VEZ TE INTERESE: Ek Balam, la ciudad del “Jaguar Negro” con murallas y cenotes
A pesar de que la propiedad fue fraccionada tras la Revolución Mexicana, gran parte de su casco histórico permanece conservado.
Este sitio ha sido punto de encuentro de importantes figuras históricas, con vínculos a personajes como Miguel Hidalgo y Agustín de Iturbide. En 2012, Jalpa de Cánovas fue nombrado oficialmente Pueblo Mágico por la Secretaría de Turismo, en reconocimiento a su riqueza patrimonial.
Qué visitar y qué saborear en Jalpa
Entre los principales atractivos se encuentra el Templo del Señor de la Misericordia, de estilo neogótico y construido en 1908, así como el Molino Viejo y su acueducto. También destacan el casco de la antigua hacienda, el Ecoparque Mil Azares, y la Ex Hacienda de Cañada de Negros, donde se puede hacer kayak y tirolesa.
La oferta cultural incluye el Museo Estatal de la Máscara y el Museo Luis Cabrera, que preservan la memoria artística e histórica de la región. En verano, viñedos y bodegas invitan a disfrutar de las vendimias locales.
Las tradiciones refuerzan el alma comunitaria: la Judea en Semana Santa con sus máscaras coloridas, la Fiesta de los Coquitos y la celebración del Señor de la Misericordia en octubre.
Todo acompañado de una gastronomía rica en sabores del Bajío: mole de nuez, enchiladas con cecina, caldo de zorra y más. Y para llevar, mermeladas, licores y vinos artesanales.
Deja un comentario Cancelar respuesta