La Ciudad de México enfrenta actualmente una temporada de lluvias histórica que ha vuelto visibles sus vulnerabilidades: avenidas convertidas en corrientes, autos anegados y el transporte público paralizado. Este escenario pone el foco en los factores que afectan a esta megalópolis de más de 20 millones de habitantes durante las lluvias más intensas del año. Aunque el cambio climático, el crecimiento urbano desordenado y los sistemas de drenaje deficientes son factores notorios, existe otro elemento determinante que ha sido sistemáticamente subestimado: el hundimiento acelerado del suelo. La progresiva subsidencia de terreno está transformando zonas críticas de la capital en focos de riesgo que requieren una atención urgente.
Origen del hundimiento y su vínculo con las inundaciones
Desde hace décadas, la Ciudad de México se asienta sobre el lecho de antiguos lagos, en suelos carreados y blandos que, combinados con la extracción excesiva de agua subterránea, generan una subsidencia territorial significativa. La pérdida de elevación es notable: ciertas zonas descienden hasta 30 centímetros por año. Este fenómeno está más acelerado en el centro-oriente de la ciudad, precisamente en regiones que históricamente han sido las más propensas a inundarse.
Darío Solano Rojas, investigador de la UNAM, subraya la confluencia de dos factores: la geografía natural del Valle de México, que favorece la acumulación de agua en el centro, y la sobreexplotación del acuífero como consecuencia del crecimiento urbano descontrolado. Emmanuel Zúñiga, del Instituto de Geografía de la UNAM, confirma que el centro-oriente, zona de mayor hundimiento, ha sido escenario de inundaciones severas, con encharcamientos que incluso superan los 50 centímetros.
Efectos recientes: lluvias extremas y falla en drenaje
Durante el 2025, la Ciudad de México ha vivido una temporada de lluvias récord. El 2 de junio dejó 143 encharcamientos y 64 vehículos afectados; julio reportó precipitaciones de 298 mm, el doble del promedio histórico; y el 11 de agosto se produjo la lluvia más intensa del año, que paralizó parcialmente al Aeropuerto Internacional, ubicado en una zona altamente hundida. Similar situación se vivió en el Centro Histórico, en el Zócalo y en zonas como Nezahualcóyotl, donde el drenaje colapsó y el agua ingresó a viviendas.
¿Por qué es tan grave?
- Infraestructura no preparada: El sistema de drenaje actual no está diseñado para responder a la intensidad de lluvias extremas, un escenario cada vez más frecuente debido al cambio climático.
- Topografía degradada: El hundimiento desigual del terreno genera depresiones que acumulan agua, complicando la evacuación natural de las lluvias.
- Concentración del riesgo: Las zonas más hundidas coinciden con áreas densamente pobladas y de alta actividad urbana —como el aeropuerto y el centro— amplificando las consecuencias de cada tormenta
Caminos para la mitigación
Ante este escenario, la propuesta no es solo reparar; se trata de transformar la planificación urbana. Solano Rojas insiste en que el enfoque debe cambiar: “Nuestra respuesta está planeada para situaciones menos extremas; el cambio climático exige adaptarnos a condiciones nuevas”. Esto implica:
- Incorporar datos satelitales para mapear la vulnerabilidad por hundimiento y mejorar la prevención.
- Rediseñar drenajes, infraestructura e intervenciones urbanas considerando las nuevas condiciones del suelo, en lugar de replicar soluciones obsoletas.
- Repensar políticas urbanas, con énfasis en la planeación de mitigación efectiva ante lluvias extremas.
La creciente subsidencia del suelo en Ciudad de México ha demostrado ser un catalizador oculto de los problemas de inundación que enfrenta la capital. El descenso acelerado de ciertas zonas, combinado con tormentas cada vez más intensas, exige una reconfiguración urgente de las estrategias de gestión urbana. Para ser eficaces, estas soluciones deben basarse en la ciencia, los datos y un enfoque holístico que integre la vulnerabilidad geotectónica en todas las fases de planeación y respuesta.