Desde muy temprana edad, José Hernández vivió una vida marcada por el traslado constante: cada año recorría junto con su familia el “circuito de California”, viajando entre el oeste de México —en el estado de Michoacán— y regiones agrícolas de California en Estados Unidos. Durante su infancia, asistía a escuelas diferentes en promedio cinco veces al año y solo aprendió inglés cuando tenía doce años. Mientras otros niños se distraían jugando, él cargaba cubetas llenas de jitomates o pepinos, pero en su mirada ya se vislumbraba un anhelo por algo más allá del trabajo del campo.
El instante que transformó un sueño
A los diez años, José presenció por televisión el lanzamiento del Apolo 17 y ese momento quedó grabado como un punto de inflexión en su vida. Al expresar su deseo de convertirse en astronauta, su padre le entregó una fórmula de vida basada en seis principios: definir la meta, analizar la distancia a recorrer, trazar un plan mental, estudiar con dedicación, esforzarse al máximo y jamás perder la fe.
Educación y perseverancia, el motor del cambio
A pesar de la movilidad y las dificultades, Hernández persistió en su formación académica. Fue el primer miembro de su familia en alcanzar la universidad, obteniendo una licenciatura en ingeniería eléctrica en la Universidad del Pacífico y una maestría en ingeniería eléctrica y computación en la Universidad de California, Santa Bárbara. Antes de su etapa en la NASA, trabajó en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, donde co-desarrolló el primer sistema completo de mamografía digital, mejorando la detección temprana del cáncer de mama.
Doce rechazos, un solo destino
Aunque su sueño era tan firme como su ambición, la perseverancia fue puesta a prueba: Hernández fue rechazado por la NASA once veces antes de finalmente ser admitido como candidato astronauta en mayo de 2004. Durante años, continuó aplicando sin desfallecer, convencido de que su esfuerzo terminaría dando resultados.
Misión STS‑128: del campo a la Estación Espacial
En agosto de 2009, José Hernández finalmente voló a bordo del transbordador Discovery, participando en la misión STS‑128 que duró casi catorce días en la Estación Espacial Internacional. En órbita, operó el brazo robótico del vehículo y fue el primer astronauta que tuiteó en español desde el espacio, enviando mensajes emotivos a millones de hispanohablantes en todo el mundo.
Legado más allá de la NASA
Tras retirarse de la agencia espacial en 2011, Hernández incursionó en la empresa privada como CEO de Tierra Luna Engineering y lanzó un viñedo en California bajo la marca Tierra Luna Cellars. Además fundó una organización dedicada a motivar a jóvenes inmigrantes, compartiendo la fórmula de éxito de su padre y enfatizando que la inspiración sola no basta: debe ir acompañada de estructura, constancia y acción.
Su trayectoria fue llevada al cine a través de la película A Million Miles Away, protagonizada por Michael Peña, que narra su infancia, sus derrotas y su victoria contra todo pronóstico.
Conclusión: un ejemplo de tenacidad y visión
La historia de José Hernández recuerda que el origen no determina el destino. Desde trabajar bajo el sol en campos agrícolas hasta flotar en el espacio exterior, su vida es una prueba poderosa de que la educación, la disciplina y la resiliencia pueden transformar un sueño aparentemente imposible en realidad. Su voz, sus logros y su legado siguen motivando a generaciones a alcanzar sus propias estrellas.