Durante los próximos tres días, Apulia, en Italia, acogerá la reunión del G-7 que reunirá a los líderes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos, además de a los representantes de la Unión Europea. Todavía en ejercicio, Ursula von der Leyen acudirá en representación de la Comisión y Charles Michel a modo de presidente del Consejo Europeo. Todos ellos tratarán de llegar a un acuerdo sobre una declaración en la que se iba a mencionar el aborto, pero Giorgia Meloni está intentando evitarlo.
El texto final aún se está negociando y todavía quedan muchos flecos por resolver, pero una de las frases que se iban a incluir hablaba de la «importancia de preservar y asegurar el acceso al aborto seguro y legal y los cuidados post-aborto», según ha adelantado El País. Se trata de una redacción similar a la de la última reunión del G-7, pero Meloni, que se ha caracterizado por una defensa acérrima de la maternidad, no quiere que una declaración a favor del aborto se firme en su país, y mucho menos cuando le corresponde a ella la presidencia rotatoria del grupo.
Tanto la delegación francesa como la europea mantienen la idea de recuperar el texto inicial y garantizar el compromiso del G-7 para con el aborto, por lo que tendrá lugar un pulso diplomático los próximos días hasta llegar a un entendimiento. Será difícil que la italiana ceda e incluso que Von der Leyen la presione en exceso, siendo consciente de que unos días después le pedirá su apoyo para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea.
Macron, sin embargo, querrá llevar hasta el final las negociaciones, ya que se ha erigido como el abanderado europeo a favor del aborto. El presidente francés garantizó el aborto como un derecho constitucional en su país y maniobró para que la Unión Europea lo incluyera en su carta de derechos fundamentales.
A través de su persona de confianza en Bruselas, Valérie Hayer, llevó una moción al Parlamento Europeo para solicitar que el aborto fuera incluido en la carta sagrada de la Unión, y esta fue aprobada a sabiendas de que no existía consenso entre los Estados y que un movimiento como ese debía ser aprobado por unanimidad. Pero a Macron le bastó para posicionarse en contra de la vida y los ciudadanos le han respondido de forma clara en su última visita a las urnas.
La estrategia de Meloni podría chocar también con la Administración Biden, que parece empeñada en emprender una cruzada contra la vida después de querer recuperar el derecho al aborto como una ley federal. Se trata de ir eliminando poco a poco todas las trabas que puso Trump al aborto y sus directrices en favor de la vida.
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Pero pese a todos los impedimentos que se pueda encontrar, Giorgia Meloni tiene claro que una declaración como esa no se puede firmar en Italia. Cuando llegó al poder, la primer ministro prometió que no tocaría una palabra de la ley del aborto –y lo ha cumplido– pero sí ha ido poniendo trabas a su acceso y proporcionando alternativas a las mujeres para que no tomaran la decisión de ejecutar al feto. Por ejemplo, ahora en Italia quien quiere abortar tiene que escuchar antes los latidos del niño o tiene que acudir a charlas donde le facilitarán información sobre las diferentes opciones, que muchas mujeres desconocen.
La forma que entiende Meloni como mejor para proteger a la mujer embarazada no es darle supuestos derechos que le faciliten abortar, sino aportarle alternativas válidas para afrontar la situación. Al fin y al cabo, promover la maternidad y la vida en lugar de fomentar la cultura de la muerte.
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Con información de El Debate