Graciela Iturbide, una de las fotógrafas más influyentes de México, describe su trabajo como un ritual que nace de “instantes mágicos” donde la intuición y la conexión con el sujeto crean imágenes eternas. En una entrevista reciente, la artista, conocida por su obra en blanco y negro, compartió cómo su proceso fotográfico es un acto de paciencia, respeto y comunión con las comunidades que retrata.
Iturbide, nacida en 1942 en Ciudad de México, ha documentado la vida cotidiana, las tradiciones y las contradicciones de México durante más de cinco décadas. Sus series sobre los seris de Sonora, las mujeres de Juchitán y los rituales indígenas, como La Matanza en Chínipas, reflejan una mirada poética que trasciende lo documental. “La fotografía es un pretexto para conocer el mundo y a mí misma”, afirmó en un diálogo con el Museo Amparo.
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Su ritual comienza con la inmersión en las comunidades, donde establece lazos de confianza antes de disparar su cámara. Este enfoque, que ella compara con un acto espiritual, le permite capturar momentos auténticos, como su icónica imagen Mujer Ángel (1979), donde una indígena seri camina por el desierto con un radiocasete. “Ese instante fue un regalo; la fotografía siempre es esperar lo inesperado”, explicó.
Iturbide, quien estudió con Manuel Álvarez Bravo, utiliza la luz y la composición para transformar lo ordinario en lo extraordinario. Aunque trabaja principalmente en analógico, su obra dialoga con temas contemporáneos, como la migración y la identidad de género, mostrando su relevancia actual. En X, admiradores han compartido sus fotos favoritas, destacando cómo “Graciela ve lo que otros pasan por alto”.
A sus 83 años, Iturbide continúa activa, con exposiciones recientes en el Museo de Arte Moderno y una retrospectiva en curso en Europa. Su archivo, recopilado por la Fundación MAPFRE, es un testimonio de su legado. También ha inspirado a nuevas generaciones, impartiendo talleres donde enseña que la fotografía requiere “humildad y tiempo”.
Su trabajo no está exento de críticas; algunos cuestionan que su mirada puede exotizar a las comunidades marginadas. Iturbide responde que su intención es siempre dignificar, mostrando la fortaleza y belleza de sus retratos.
Con su cámara como herramienta de introspección, Graciela Iturbide convierte instantes mágicos en un ritual que no solo documenta México, sino que lo reimagina, dejando un legado que resuena en el arte global.
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Con información de INFOBAE