Aprender una lengua adicional constituye un tipo de entrenamiento mental tan poderoso como estimular la creatividad y mejorar la flexibilidad cognitiva en todas las etapas de la vida. Esta actividad, al exigir atención, memoria y adaptación constante, contribuye de manera notable a preservar la salud cerebral y retardar los procesos asociados al envejecimiento cognitivo.
Cuando una persona se embarca en el aprendizaje de un idioma nuevo, no solo activa recursos mentales como la aceleración de pensamiento, sino que también fortalece físicamente la estructura del cerebro. En particular, la materia gris—clave para funciones como el aprendizaje, el control emocional y la memoria—se ve beneficiada. Gracias a esta estimulación continuada, el cerebro se mantiene más joven y resistente frente al deterioro natural.
Evidencia científica complementaria
La neurociencia ha demostrado que el bilingüismo habitual está asociado con un mayor volumen de materia gris, especialmente en la corteza parietal inferior, una región relacionada con el lenguaje y la memoria. Esto sugiere que el cerebro se reconfigura físicamente mediante el aprendizaje de otro idioma.
Además, se ha comprobado que hablar más de un idioma fortalece conexiones en la materia blanca, mejorando el flujo de información entre regiones cerebrales. Este efecto es más notable en quienes aprendieron su segundo idioma desde temprano.
En investigaciones sobre longevidad cognitiva, se observa que los individuos bilingües pueden experimentar un retraso en los síntomas de demencia de entre cuatro y cinco años en comparación con aquellos que solo hablan un idioma. Asimismo, estudios señalan que los bilingües enfrentan menos deterioro en el hipocampo—región cerebral clave para la memoria—cuando se presentan signos de deterioro cognitivo.
Por último, la adquisición temprana de un segundo idioma también se asocia con una mayor plasticidad cerebral y mejores capacidades sociales y emocionales, incluso en la tercera edad.
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