La búsqueda sobre cómo surgió la vida en la Tierra ha dado un paso significativo gracias a un nuevo estudio que pone en duda algunas ideas antiguas. Científicos de la University of Colorado at Boulder, en colaboración con la NASA, demostraron recientemente que la atmósfera primitiva del planeta —hace miles de millones de años— pudo generar por sí sola moléculas esenciales para la vida.
La atmósfera primitiva como una suerte de “fábrica química”
Para llegar a esta conclusión, los investigadores replicaron en laboratorio las condiciones de la Tierra joven: mezclaron gases simples —como metano, dióxido de carbono, sulfuro de hidrógeno y nitrógeno— y los expusieron a luz, simulando la incidencia solar de aquel entonces. Hasta ahora, se pensaba que moléculas complejas con azufre —como ciertas coenzimas— sólo podían formarse en presencia de vida. Pero el experimento demostró lo contrario: con aquella combinación de gases y energía, fue posible producir compuestos como aminoácidos (por ejemplo, cisteína y taurina) y también moléculas clave para el metabolismo celular, como la llamada coenzima M. Esto sugiere que la atmósfera misma de la Tierra primitiva fue mucho más activa químicamente de lo que se estimaba, funcionando como una suerte de taller molecular natural.
Implicaciones del hallazgo: vida emergiendo “desde cero” sin organismos previos
El equipo detrás del estudio no se quedó sólo con la detección de estas moléculas en pequeñas cantidades. A partir de sus resultados, calcularon cuánta cisteína habría podido producir toda la atmósfera terrestre en aquel periodo remoto —y la cifra resultante fue enorme: suficiente, hipotéticamente, para alimentar cerca de un octillón de células. Aunque ese número no se compara con la cantidad total de células vivas que hay hoy en la Tierra, sí representa una reserva significativa de biomoléculas en un mundo aún sin vida.
Además, los investigadores realizaron nuevas simulaciones que amplían la interpretación: según ellos, las condiciones necesarias para generar estas moléculas no fueron tan extraordinarias —no requirieron entornos muy especializados—, sino bastante “naturales” en el contexto de la Tierra primitiva. Esto modifica notablemente la forma en la que se concebía el inicio de la vida: no como un evento milagroso que comenzó desde la nada, sino como algo que pudo surgir a partir de una química relativamente sencilla pero eficaz.
Qué cambia para nuestro entendimiento del origen de la vida — y su búsqueda en otros mundos
Este descubrimiento tiene implicaciones de largo alcance: si la atmósfera primigenia de la Tierra fue capaz de generar moléculas biológicas sin ayuda de organismos, entonces resulta plausible pensar que mundos muy diferentes al nuestro, con condiciones similares, podrían también dar origen a vida. De hecho, algunos de los compuestos detectados en exoplanetas —como ciertos sulfuros orgánicos— podrían no ser necesariamente señales de vida sino el resultado de la química atmosférica en ambientes adecuados.
En consecuencia, la búsqueda de vida extraterrestre podría requerir un replanteamiento: no sólo bastaría con detectar moléculas “biomarcadoras”, sino también considerar cómo podrían haberse formado sin vida. Este cambio de paradigma amplía las posibilidades de que la vida —o al menos los precursores químicos de la vida— sea más común de lo que pensábamos inicialmente.

Deja un comentario Cancelar respuesta