El próximo domingo 22 de septiembre a las 6:44 a.m., hora local de la Ciudad de México, la región sur del país será testigo de uno de los eventos astronómicos más destacados del año, que marcará el comienzo de una nueva estación: el otoño. Este fenómeno no solo es relevante por su belleza, sino porque señala el cambio oficial de temporada.
Según los expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el equinoccio de otoño tiene lugar cuando el Sol, en su movimiento aparente en el cielo, cruza el ecuador celeste en dirección de norte a sur. Este hecho simboliza la transición estacional y abre la puerta al otoño en el hemisferio norte, siendo un evento de gran relevancia para quienes aprecian los cambios en la interacción entre el Sol y la Tierra.
El equinoccio de otoño no ocurre en una fecha fija, ya que puede tener lugar entre el 22 y 23 de septiembre, dependiendo de la variación entre el año solar y el calendario gregoriano. Esta discrepancia se debe a que el calendario que utilizamos necesita ajustarse cada cuatro años, con el conocido “año bisiesto”, añadiendo un día extra para sincronizarse con la duración exacta del año solar.
En el contexto de México, este evento astronómico tiene un significado especial, particularmente en sitios arqueológicos como Chichén Itzá, donde los visitantes podrán apreciar el famoso fenómeno de luz y sombra en el Templo de Kukulkán. Este templo, uno de los más emblemáticos del país, permite a quienes lo visitan presenciar la “serpiente emplumada” que parece descender majestuosamente por las escaleras de la pirámide, un espectáculo de gran simbolismo cultural y astronómico.
El equinoccio de otoño va mucho más allá de ser simplemente un fenómeno visual impresionante. A lo largo de la historia, diversas civilizaciones han otorgado gran importancia a este evento astronómico, considerándolo un acontecimiento crucial en sus calendarios y tradiciones. La alineación de la Tierra y el Sol en este momento preciso genera una distribución casi igual de horas de luz y oscuridad en todo el planeta, creando un balance que ha fascinado a la humanidad desde tiempos antiguos.
El término “equinoccio”, que proviene del latín y se traduce como “noche igual”, hace referencia a este equilibrio de luz y sombra. No obstante, este balance perfecto no es del todo exacto debido a ciertos factores, como la refracción de los rayos solares en la atmósfera y el tamaño aparente del Sol, que generan pequeñas desigualdades en la duración del día y la noche.
Así que, si tienes la oportunidad, este 22 de septiembre no olvides mirar al cielo y contemplar este maravilloso evento astronómico. Nos recuerda que, más allá de nuestra cotidianidad, formamos parte de un vasto y complejo sistema cósmico, donde cada movimiento en el espacio tiene repercusiones en nuestra vida en la Tierra.