El Gobierno de México formalizó la entrega a Puebla de un manuscrito de 1554 recuperado en Estados Unidos: la “Proclamación de Huejotzingo”, documento clave para entender la transición del señorío huejotzinca al orden virreinal. .
Se trata de un texto en náhuatl, firmado por Fray Juan de Alameda, que certifica el nombramiento del tecuhtli Francisco Vázquez como autoridad local. El manuscrito da cuenta de mecanismos de legitimación política en los primeros años de la Nueva España, así como de la convivencia entre sistemas normativos indígenas y coloniales.
La proclamación no solo posee valor paleográfico; es una fuente primaria para reconstruir cómo se tejieron las instituciones locales en el centro de México tras la conquista. Sus fórmulas jurídicas y su caligrafía permiten rastrear redes de poder, intermediaciones eclesiásticas y cambios en el gobierno del territorio.
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La recuperación requirió gestiones binacionales con autoridades judiciales y culturales en Estados Unidos. Documentación del Consulado de México en Nueva York da cuenta de una ceremonia realizada el 15 de enero de 2025, donde se formalizó la entrega al Estado mexicano para su posterior reintegración al acervo poblano.
El regreso a Puebla se enmarca en una política de repatriación que en los últimos años ha logrado el retorno de códices, piezas arqueológicas y documentos novohispanos. Para historiadores regionales, cada restitución repara vacíos de archivo y habilita nuevas líneas de investigación.
En términos de conservación, el manuscrito pasará por evaluación técnica: estabilización de soportes, control de humedad y luz, y digitalización de alta resolución para consulta pública. La meta es equilibrar preservación y acceso, evitando que su fragilidad limite el estudio.
La dimensión cívica del retorno es notable. Instituciones locales preparan exhibición temporal y actividades de mediación —talleres, charlas, visitas guiadas— para acercar el documento a comunidades nahuahablantes y a públicos escolares, restituyendo no solo un objeto, sino memoria viva.
El caso también ilustra las rutas ilícitas por las que salieron bienes culturales mexicanos durante el siglo XX. Transparentar cadenas de custodia y fortalecer cooperación con casas de subastas, coleccionistas y fiscalías es parte del aprendizaje que deja cada repatriación.
Para Puebla, recibir la “Proclamación de Huejotzingo” es recuperar identidad: el texto ancla relatos locales en fuentes verificables y alimenta la construcción de narrativas propias en museos y archivos. Su retorno resignifica el patrimonio como bien público y derecho cultural.
Con esta entrega, México cierra un ciclo de búsqueda y abre otro de estudio y difusión. La invitación ahora es a leer y contar el documento desde la región que lo vio nacer, integrándolo a un ecosistema de investigación y acceso que trascienda las vitrinas.
A nivel académico, el plan es acompañar la repatriación con ediciones paleográficas y traducciones al español contemporáneo y al náhuatl moderno, de manera que el documento se convierta en material vivo para aulas, investigadores y comunidades. La digitalización en alta resolución permitirá, además, análisis de tintas, filigranas y grafías que ayuden a fechar con mayor precisión y a identificar manos de escribanos.
En lo público, la restitución abre la puerta a una exposición con facsímiles manipulables, talleres de lectura de documentos coloniales y charlas sobre memoria e identidad local. También sirve como recordatorio de que el combate al tráfico de patrimonio requiere constancia: controles en aduanas, debida diligencia de coleccionistas y casas de subastas, y una política activa que coloque el derecho a la cultura por encima del valor de mercado.
La entrega de la Proclamación de Huejotzingo no es solo un acto diplomático o jurídico, sino un gesto de restitución simbólica. Devuelve a Puebla y a México una parte de su memoria y demuestra que el patrimonio, incluso después de siglos de ausencia, puede regresar al lugar que le pertenece: las manos de su pueblo.
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Con información de INFOBAE