Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que el Sol, además de su importancia astronómica, calendárica y agrícola, ha representado un papel simbólico clave para las culturas de todos los tiempos?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos del astro rey y de algunas de sus muy variadas manifestaciones.
Como para muchas religiones del mundo, en la antigua tradición de la India, el Sol era una manifestación de la divinidad, ubicada en el cenit, como el ojo del universo, y reconocido por la disciplina del Yoga en la secuencia de doce posturas denominada Saludo al Sol.
El astro rey representa la alternancia vida-muerte-renacimiento en su viaje cotidiano por el cielo y en el ciclo anual de las estaciones, simbolizando la resurrección y la inmortalidad. En Egipto, el escarabajo sagrado Ra, se elevaba cada mañana y descendía al inframundo cada atardecer, mientras que, en la mitología griega: Helios, el Sol, llevaba diariamente la luz a los dioses y a los seres humanos, y por la noche se retiraba a su maravilloso palacio de Occidente, custodiado por las Hespérides.
En las culturas mesoamericanas, Sol y Luna encarnan aspectos opuestos y aun antagónicos. Según los antiguos mexicanos, estamos viviendo la etapa del Quinto Sol, bajo el signo de Xiuhtecutli, deidad del fuego. El siglo mexicano constaba de 52 años, al término de los cuales los mexicas saludaban al astro rey con renovada piedad y agradecimiento, pues nunca había la seguridad de que amaneciera otra vez y se reiniciara el ciclo.
El Sol era y es, en fin, el dador de vida, adorado, venerado y temido desde los albores de la humanidad. No obstante, para la moderna sociedad occidental, el Sol es observado a través de la lente precisa de los telescopios y, en estos días, por la sonda Parker, el vehículo más veloz de la historia, desplazándose a 700 mil kilómetros por hora. Es también el primer instrumento humano que toca una estrella y nos permitirá conocer más sobre la corona solar y sus tormentosas explosiones. Desde este punto de vista, el astro rey de nuestro sistema es una bola de gas incandescente, con un volumen 1,300,000 veces mayor que la Tierra, que se encuentra a 8 minutos luz de nosotros, o sea, a una distancia de 150 millones de kilómetros, y es una más de los 200,000 millones de estrellas que conforman nuestra galaxia: la Vía Láctea.