Por Lorena Careaga
Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que, además de ser el Año Internacional de las Lenguas Indigenas, el 2019 fue también declarado por la ONU como el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos?
Que tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de uno de los logros científicos más destacados en la historia del conocimiento, puesto que captura la esencia no solo de la química, sino también de la física y la biología; una herramienta única que permite a los científicos predecir la apariencia y las propiedades de la materia en la Tierra y en el resto del Universo.
Se trata de la Tabla Periódica de los Elementos, ese diagrama que agrupa y ordena los elementos químicos por su número atómico, es decir, por el número de protones que tiene el núcleo de su átomo, por la configuración de sus electrones y por sus propiedades químicas.
En 1869, hace 150 años, el químico ruso Dimitri Mendeleyev publicó en Alemania la primera versión de esta tabla y, además, pronosticó las propiedades de algunos elementos aún por descubrir en aquel entonces y que ocuparían eventualmente su lugar en el esquema.
Aunque ya desde la antigúedad se conocían el oro, la plata, el cobre, el plomo y el mercurio, el descubrimiento científico de un elemento, como tal, se llevó a cabo hasta el siglo XVII, cuando Henning Brand, comerciante, soplador de vidrio, farmacéutico y alquimista, descubrió el fósforo. Por su parte, el oxígeno, el hidrógeno y el nitrógeno, se detallarían, gracias a los estudios de Antoine Lavoisier, en el siglo XVIII. Para la época de Mendeleyev, a mediados del XIX, ya se habían identificado 55 elementos.
Desde entonces, la Tabla Periódica, llamada por los expertos “el corazón de la química”, ha sido ampliada y mejorada con el descubrimiento de nuevos elementos en la naturaleza, o la síntesis de otros tantos en un laboratorio. Hoy en día cuenta con 118, que van del número atómico 1, que es el hidrógeno, hasta el 118, que es el oganesón, sintetizado por científicos rusos en 2006.