Por Lorena Careaga
Hablando de historia y otras cosas, ¿sabían ustedes que el árbol de Navidad tiene sus orígenes en la cosmovisión nórdica y en las tradiciones alemanas?
Qué tal, les saluda Lorena Careaga y hoy hablaremos de cómo y cuándo llegó esta práctica simbólica a nuestro país y su transformación a través del tiempo.
Los árboles siempre han formado parte de las mitologías del mundo, y diversas culturas los han considerado universos vivos, en perpetua regeneración. Para los mayas antiguos, el ya’ax’che, la ceiba, era el árbol sagrado que entrelazan los tres niveles del cosmos: el cielo, la tierra y el inframundo. En la cosmogonía nórdica, celtas y vikingos veneraban a Yggdrasil, cuya copa sostenía Asgard y el Valhalla, la morada de los dioses, mientras que sus raíces se hundían en el Helheim o reino de los muertos. Cada año, en honor a Frey, el dios solar, realizaban una ceremonia en torno a dicho árbol, misma que después fue transformada y resignificada, por la influencia cristiana.
Cuenta la leyenda que San Bonifacio, evangelizador de Germania, cambió el árbol original por un pino, y los adornos tradicionales por manzanas y velas, para simbolizar y celebrar el nacimiento de Cristo, tradición que se fue extendiendo con el tiempo por varios países de Europa. En Inglaterra, fue el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria, quien instaló por primera vez en el castillo de Windsor un árbol navideño en 1841. La costumbre llegó a México con Maximiliano y Carlota, quienes decorarían el primero de ellos en el Castillo de Chapultepec, en 1864.
A pesar de la caída del Imperio tres años más tarde, la práctica prevaleció. Y no solo eso, sino que se diversificó. Así tenemos, extendida por todo el sureste mexicano, la tradición veracruzana de La Rama. A diferencia del árbol de Navidad, “cantar La Rama” significa llevar en procesión, de casa en casa, una rama decorada con esferas y papeles de colores, y ofrecer a familiares y vecinos cantarles algunos versos, a cambio de una dádiva: “Hola buenas noches, ya estamos aquí, aquí está la rama que les prometí, que les prometí venir a cantar, pero mi aguinaldo me tienen que dar…
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