Dos misteriosas manchas negras aparecen en Júpiter: la NASA explica qué causó el fenómeno astronómico

Una gran cantidad de astrónomos profesionales y aficionados de todo el planeta dirigieron sus instrumentos hacia el gigantesco planeta gaseoso Júpiter

Dos misteriosas manchas negras aparecen en Júpiter: la NASA explica qué causó el fenómeno astronómico

Dos misteriosas manchas negras aparecen en Júpiter: la NASA explica qué causó el fenómeno astronómico

Durante la madrugada del pasado 5 de noviembre, una gran cantidad de astrónomos profesionales y aficionados de todo el planeta dirigieron sus instrumentos hacia el gigantesco planeta gaseoso Júpiter, identificado como el más voluminoso del Sistema Solar. En esa sesión de observación, lo que destacaron fue algo realmente llamativo: dos manchas oscuras —como sombras perfectamente definidas— que aparecieron sobre la atmósfera joviana y se desplazaron lentamente de un extremo al otro.

A simple vista, o mejor dicho mediante telescopios de aficionados con aberturas de alrededor de quince centímetros, esas manchas parecían misteriosos velos oscuros flotando sobre la capa nubosa del planeta. Pero la explicación tras este curioso fenómeno es, afortunadamente, totalmente natural y no ocurre por ninguna causa sobrenatural o inesperada.

¿Qué significan esas dos manchas negras visibles esta semana sobre Júpiter?

En realidad, las dos “manchas” que se observaron no son otra cosa que las sombras proyectadas por dos de sus lunas más conocidas: Ío y Europa, que al alinear el Sol-Júpiter-luna, generaron sendos eclipses solares desde la perspectiva del planeta. Este tipo de fenómeno se denomina tránsito doble, y ocurre cuando dos satélites cruzan al mismo tiempo el disco de su planeta y proyectan sus sombras sobre él. En este caso, la sombra de Ío se desplazó hacia el sur del ecuador del planeta y la de Europa hacia el norte, con una duración aproximada de casi tres horas.

Un espectáculo imposible en la Tierra

El motivo por el que este episodio resulta tan llamativo es, en gran parte, que en nuestro planeta no podría producirse algo similar con la misma naturalidad. La razón básica es que la Tierra solo tiene una luna, mientras que Júpiter cuenta con al menos 95 satélites conocidos hasta la fecha, según datos de la NASA y de la Unión Astronómica Internacional (UAI). Esa abundancia de lunas convierte a Júpiter en un escenario más habitual para los eclipses y tránsitos, aunque que dos de ellos se produzcan al mismo tiempo —y sean visibles desde la Tierra— sigue siendo algo bastante infrecuente, debido a que las órbitas y velocidades de sus satélites varían considerablemente.

Júpiter y sus lunas galileanas: un laboratorio cósmico

Ío y Europa forman parte de las llamadas “lunas galileanas”, descubiertas originalmente por Galileo Galilei en 1610, junto con Ganímedes y Calisto. Estas lunas, además de tener condiciones absolutamente fascinantes por sí mismas, ofrecen un escenario ideal para que los científicos estudien con mayor detalle la compleja atmósfera de Júpiter.
Por ejemplo:

Cuando ambas lunas se alinean de tal modo que pueden proyectar sus sombras simultáneamente sobre Júpiter, como sucedió el 5 de noviembre, lo que ocurre es algo así como una “danza” cósmica: las sombras se desplazan lentamente por la superficie del planeta mientras los cuerpos celestes siguen sus órbitas con precisión. Los astrónomos aprovechan estos momentos porque permiten calcular con mayor exactitud las trayectorias de dichas lunas y analizar la estructura de las capas nubosas de Júpiter mediante el estudio de cómo la luz solar interacciona con ellas.

Hasta el próximo evento similar

Aunque es cierto que los tránsitos múltiples no son un hecho único en el sistema joviano, sí son relativamente raros si se busca una coincidencia en la que dos o más lunas proyecten sombras al mismo tiempo y se pueda observar claramente desde la Tierra. Según los registros científicos, se espera que un evento parecido tenga lugar nuevamente a finales de 2026, cuando Europa y Ganímedes crucen simultáneamente frente al disco de Júpiter. Este tipo de fenómenos sirven como un recordatorio impresionante de que, incluso a más de 600 millones de kilómetros de distancia, el universo nos brinda espectáculos que pueden asombrarnos a quienes levantamos la mirada al cielo.

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