En el año 2014, un equipo de investigadores llevó a cabo un estudio en una de las áreas más inexploradas del planeta: la Fosa de las Marianas, ubicada en el océano Pacífico y conocida por alcanzar una profundidad de casi 11 kilómetros. Este grupo de científicos, armados con instrumentos acústicos avanzados, detectó un fenómeno sonoro único e intrigante que desafió las explicaciones científicas conocidas en ese momento. Los misteriosos ruidos captados parecían venir desde las profundidades abisales de la fosa y no correspondían a ningún sonido registrado anteriormente en los océanos. Durante un tiempo, el origen de estos extraños ruidos permaneció en la incertidumbre, generando especulación entre la comunidad científica y alimentando la curiosidad mundial sobre los secretos ocultos en el punto más profundo de la Tierra.
El enigma acústico, bautizado como “biotwang” debido a sus inusuales características, presentaba una frecuencia y un ritmo que parecían salidos de una película de ciencia ficción, recordando a los efectos de sonido que se suelen asociar con las naves espaciales. Sin embargo, después de varios años de investigación y seguimiento, el misterio finalmente ha sido esclarecido: los responsables de estos sonidos provienen de formas de vida marina. El enigma dejó de serlo, y ahora sabemos que los sonidos tienen un origen biológico.
Los resultados de esta investigación fueron publicados en la revista *Frontiers in Marine Science*, donde el equipo de científicos expone sus hallazgos. En este estudio, se presenta cómo lograron determinar, de una vez por todas, la fuente de los sonidos que tanto interés y especulación generaron. A lo largo de esta investigación, se llevaron a cabo análisis exhaustivos de las grabaciones sonoras en la fosa, y se plantearon diversas hipótesis sobre el origen de estos extraños ruidos. Los investigadores barajaron varias posibilidades, pero una en particular cobró fuerza: se creía que las ballenas de Bryde podrían ser las responsables.
Las evidencias no tardaron en llegar. Durante sus observaciones, los científicos tuvieron la oportunidad de avistar a diez ballenas de Bryde nadando cerca de las Islas Marianas. Más aún, lograron capturar grabaciones de estos cetáceos emitiendo sonidos que coincidían casi a la perfección con el “biotwang” que habían registrado anteriormente. Al comparar el comportamiento y los patrones de sonido de las ballenas con los ruidos escuchados en las profundidades, surgió una correlación que parecía confirmar la hipótesis inicial de los investigadores.
Para confirmar su teoría, los científicos realizaron un análisis detallado de las grabaciones sonoras de la fosa, utilizando patrones de migración conocidos de las ballenas de Bryde. Con la ayuda de inteligencia artificial, el equipo procesó años de datos auditivos y logró convertir estos sonidos en representaciones visuales, lo que facilitó una identificación precisa y aceleró el proceso de análisis. Este enfoque innovador permitió reducir considerablemente el tiempo de investigación, proporcionando una visión más clara y objetiva de los patrones acústicos generados por las ballenas.
A pesar de que se ha identificado a las ballenas de Bryde como el origen de los sonidos “biotwang”, aún persisten algunas preguntas sin respuesta. Los científicos ahora buscan entender aspectos adicionales de este fenómeno. Por ejemplo, resulta intrigante determinar a qué profundidad son capaces de llegar estos cetáceos y por qué sus sonidos son tan peculiares en comparación con los emitidos por otras especies de ballenas. Este descubrimiento, aunque esclarecedor, deja abiertas nuevas líneas de investigación que podrían desvelar más secretos sobre la vida en las zonas más recónditas del océano.
Con información de National Geographic