La colección de Tutankamón, uno de los tesoros arqueológicos más emblemáticos del mundo, está recibiendo un nuevo brillo gracias al trabajo de más de 150 curadores y 100 arqueólogos en el Gran Museo Egipcio (GME), un proyecto de mil millones de dólares ubicado en la meseta de Guiza. Este esfuerzo, que ha tomado más de una década, busca restaurar y exhibir más de 5,000 objetos del faraón niño, incluyendo su icónica máscara funeraria de oro, ataúdes, amuletos y carros ceremoniales. Eid Mertah, un curador de 36 años, relató a AFP: “Estudié arqueología por Tut. Mi sueño era trabajar con sus tesoros, y ese sueño se hizo realidad”. La reapertura del GME, pospuesta del 3 de julio de 2025 a finales de año por motivos de seguridad, promete ser un hito cultural, con más de 100,000 artefactos que harán del museo el mayor dedicado a una sola civilización.
El proceso de restauración ha sido un desafío técnico y emocional. Los objetos de Tutankamón, descubiertos por Howard Carter en 1922, no habían sido restaurados en profundidad desde entonces, y los métodos de conservación de la época, como cubrir el oro con cera, preservaron las piezas pero ocultaron detalles cruciales. Hind Bayoumi, curador de 39 años, explicó que remover esta cera fue un proceso delicado que reveló intricados grabados y jeroglíficos. El equipo utilizó técnicas modernas, como análisis de rayos X y documentación fotográfica, para entender la condición de cada artefacto antes de intervenir. “Debíamos entender las capas de oro, los adhesivos, la estructura de madera, todo”, afirmó Mertah, destacando la filosofía de precaución que guió el proyecto.
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La curadora Fatma Magdy, de 34 años, describió la restauración de láminas de oro como “resolver un rompecabezas gigante”. En el laboratorio de madera del GME, Magdy usó lupas e imágenes de archivo para reconstruir piezas fragmentadas, asegurándose de que cada corte y jeroglífico estuviera en su lugar. Este trabajo meticuloso refleja el compromiso del equipo con la preservación de la historia egipcia, un esfuerzo que va más allá de la estética para honrar el legado cultural de Tutankamón. La colección, recuperada de diversos museos, almacenes y tumbas en Egipto, requirió traslados cuidadosos, con algunas piezas ligeramente restauradas para garantizar su seguridad durante el transporte.
El GME no solo será un espacio de exhibición, sino también un “laboratorio vivo” donde los visitantes podrán observar a los curadores en acción. A través de paredes de vidrio, el público verá la restauración de un bote de 4,500 años enterrado cerca de la tumba del faraón Jufu, destinado a llevar su alma al dios Ra. Esta transparencia busca educar a los visitantes sobre la complejidad de la conservación, un aspecto que Mohamed Moustafa, restaurador de 36 años, describió como un “viaje emocional”. “Estamos más emocionados que los turistas”, admitió, subrayando que cada pieza representa horas de debates, entrenamientos y dedicación.
La colección de Tutankamón, con más de 5,000 objetos, es la estrella del museo. Por primera vez, muchos de estos tesoros, incluyendo collares de cuentas, amuletos de oro y dos fetos momificados que se cree son las hijas de Tutankamón, serán exhibidos juntos. Esta reunión de artefactos, que no se había logrado desde su descubrimiento, representa un hito en la museología egipcia. Sin embargo, el proceso ha enfrentado desafíos, como la fragilidad de las piezas y la necesidad de equilibrar la conservación con la accesibilidad. Los curadores han priorizado intervenciones mínimas para respetar la integridad histórica de cada objeto.
El impacto del GME trasciende lo cultural, con implicaciones económicas significativas para Egipto. El turismo, una fuente clave de ingresos, se espera que reciba un impulso con la apertura del museo, que atraerá a millones de visitantes ansiosos por ver la colección de Tutankamón en un espacio moderno. Sin embargo, la postergación de la inauguración por motivos de seguridad ha generado críticas en X, donde algunos usuarios cuestionan la gestión del proyecto. Otros, en cambio, celebran el esfuerzo de los curadores, compartiendo imágenes de la máscara de Tutankamón y elogiando el compromiso con la preservación del patrimonio.
El trabajo de restauración también ha sido un proceso de redescubrimiento. Las piezas de Tutankamón, muchas de las cuales estuvieron almacenadas o dispersas por décadas, revelaron nuevos detalles tras la limpieza. Por ejemplo, los jeroglíficos en los amuletos de oro, antes opacados por la cera, ahora muestran inscripciones que ofrecen pistas sobre las creencias religiosas del Antiguo Egipto. Este hallazgo, según Mertah, refuerza la importancia de la conservación moderna, que combina ciencia y arte para preservar el pasado. Sin embargo, algunos expertos advierten que la exposición prolongada de estas piezas podría acelerar su deterioro, un riesgo que el GME deberá gestionar.
La formación de los curadores ha sido un componente clave del proyecto. Muchos, como Mertah y Magdy, son egipcios que estudiaron arqueología inspirados por Tutankamón, lo que añade una dimensión personal a su trabajo. El GME ha invertido en entrenamientos especializados, incluyendo técnicas de conservación internacionales, para garantizar que el equipo esté preparado para manejar artefactos de valor incalculable. Este enfoque ha sido elogiado por la UNESCO, que ve en el museo un modelo de preservación cultural. Sin embargo, algunos críticos en Egipto argumentan que los recursos podrían destinarse también a sitios arqueológicos menos conocidos.
El legado de Tutankamón, un faraón que reinó brevemente hace más de 3,300 años, sigue fascinando al mundo. Su tumba, descubierta casi intacta por Carter, es un símbolo de la riqueza y el misterio del Antiguo Egipto. La restauración de sus tesoros en el GME no solo revitaliza este legado, sino que también posiciona a Egipto como un líder en la conservación arqueológica. Sin embargo, el proyecto enfrenta el desafío de equilibrar la comercialización del turismo con la protección de las piezas, un debate que continúa en foros académicos y en X, donde los usuarios discuten el impacto global del museo.
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Con información de LA JORNADA