Apodado como el “cristal indestructible”, este avance promete cambiar la forma en que la humanidad conserva su memoria colectiva, desde archivos personales hasta registros históricos, científicos y culturales.
La innovación se basa en un proceso de grabado con láseres de femtosegundos, que inscribe información en múltiples capas microscópicas del cristal. Cada capa contiene patrones únicos de orientación que pueden representar enormes cantidades de datos. Los investigadores afirman que un pequeño bloque puede almacenar cientos de terabytes y resistir condiciones extremas, desde temperaturas superiores a 1,000 grados Celsius hasta radiación cósmica.
Se convirtieron en el estándar para transportar información de un lado a otro, así como tener a mano copias de seguridad. Sin embargo, comparten un problema que nunca se ha resuelto del todo, y es que se estropean, se llenan demasiado rápido y tarde o temprano dejan de funcionar.
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La durabilidad es quizá su característica más sorprendente. Los estudios señalan que este material puede conservar información intacta por hasta 13,800 millones de años, equivalente a la edad del universo. En comparación, los discos duros y memorias actuales suelen tener una vida útil de apenas unas décadas. Para los científicos, este cristal representa la primera tecnología capaz de garantizar la permanencia de los archivos en una escala verdaderamente cósmica.
Entre sus aplicaciones inmediatas destacan las agencias espaciales. La NASA, por ejemplo, estudia emplear estos cristales para registrar datos de misiones interplanetarias, garantizando que sobrevivan incluso en las condiciones más hostiles del espacio. Asimismo, bibliotecas y museos han expresado interés en adoptarlo como soporte para preservar documentos únicos y evitar el deterioro causado por el paso del tiempo o los desastres naturales.
El impacto para los usuarios comunes también podría ser enorme. En un futuro cercano, un cristal del tamaño de una tarjeta podría contener todas las fotografías, videos y documentos de una persona, eliminando la necesidad de múltiples dispositivos de almacenamiento. Esta portabilidad, sumada a la resistencia, haría que la información personal se conserve por generaciones sin riesgo de pérdida.
El principal obstáculo actual es el costo de producción. Los prototipos requieren procesos complejos y equipos de alta precisión, lo que encarece su fabricación. Sin embargo, los expertos prevén que, con el tiempo, la tecnología se abaratará y se volverá accesible para un mercado masivo, tal como ocurrió con los discos compactos y memorias USB en sus inicios.
Otro reto es la lectura de los archivos. Hoy en día, acceder a la información grabada en los cristales exige instrumentos especializados. Los investigadores trabajan en crear lectores prácticos que permitan la adopción en hogares y oficinas, lo que abriría la puerta a una masificación de esta tecnología.
El “cristal indestructible” también plantea dilemas éticos. Si podemos conservar datos durante miles de millones de años, ¿qué información deberíamos preservar? Algunos proponen que se prioricen conocimientos científicos universales y legados culturales, mientras otros consideran que también deberían resguardarse testimonios de la vida cotidiana, como cápsulas del tiempo para futuras civilizaciones.
El problema llega con el paso del tiempo, porque los conectores se dañan, los chips se desgastan y los sistemas de lectura comienzan a fallar. Un archivo que guardaste hace cinco o diez años puede desaparecer sin aviso porque el dispositivo dejó de funcionar.
La obsolescencia de los formatos también juega en contra, lo que hoy es un estándar puede quedar relegado en cuestión de una década. Mientras tanto, la cantidad de datos que generamos se multiplica.
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El potencial del cristal es tan grande que ya se le compara con la invención de la imprenta o la digitalización en la era moderna. Representa no solo un avance técnico, sino un cambio profundo en la relación entre la humanidad y su memoria.
El “cristal indestructible” se proyecta como la tecnología que podría garantizar la permanencia de nuestro legado más allá de nuestra propia existencia. Un material que, literalmente, puede desafiar al tiempo y convertir la información en algo tan duradero como el universo mismo.