En fechas recientes, ha surgido una creciente preocupación acerca de la presencia de microplásticos y nanoplásticos en los campos agrícolas. Lo que inicialmente se consideraba un problema exclusivo de océanos y zonas urbanas, hoy se observa también en suelos destinados a la producción de alimentos, lo cual representa una amenaza potencial para la salud humana al incorporarse a la cadena alimentaria.
Origen del problema: plásticos en la agricultura
Los agricultores utilizan masivamente films plásticos para cubrir cultivos —una técnica conocida como acolchado— con el fin de mejorar la retención de humedad, evitar el crecimiento de malezas y regular la temperatura del suelo. Sin embargo, estos plásticos se fragmentan gradualmente por efecto del sol, la acción de microorganismos y las labores de labranza. Como resultado, generan microplásticos que permanecen en los suelos y alteran su composición física y química, liberando además aditivos como ftalatos y otros compuestos tóxicos .
Transporte de contaminantes y acumulación en cultivos
Estos fragmentos de plástico no son inertes. Funcionan como portadores de sustancias nocivas —pesticidas, metales pesados y otros compuestos persistentes— que el suelo absorbe y, en consecuencia, las raíces de las plantas pueden incorporar estos contaminantes. Aunque aún no se ha determinado con exactitud la cantidad que llegan a los vegetales, se ha comprobado que las plantas pueden absorber micro y nanoplásticos hasta sus partes comestibles, como hojas, raíces y frutos .
Evidencia en el organismo humano
Diversos estudios han detectado partículas plásticas microscópicas en órganos humanos como pulmones, hígado, placenta, corazón y sangre, lo que sugiere que la exposición a través de la alimentación podría contribuir a su acumulación en el organismo. No obstante, la relación causal entre la ingestión de microplásticos a través de alimentos y su presencia en tejidos humanos aún requiere estudios más detallados para ser confirmada.
Falta de regulación y limitaciones en la investigación
Un aspecto alarmante es la ausencia de regulaciones específicas para controlar la presencia de partículas plásticas en el suelo y en los alimentos. Además, los métodos empleados para detectar y cuantificar microplásticos presentan grandes variaciones, lo que impide comparar resultados entre estudios, y muchas investigaciones utilizan concentraciones de plástico muy superiores a las que se encuentran en condiciones reales, lo que puede distorsionar la percepción del riesgo.
Impacto ambiental y agrícola
Investigaciones recientes indican que la acumulación de microplásticos no solo afecta a la planta humana, sino también al ecosistema del suelo. Por ejemplo, un experimento realizado en Chile demostró que la presencia de microplásticos y metales como el cobre reduce significativamente la altura de las plantas, el desarrollo de raíces, el rendimiento de frutos y altera la capacidad del suelo para retener agua y mantener actividad biológica. Esta combinación tensa aún más la productividad agrícola y la salud del entorno natural.
¿Qué soluciones se proponen?
Para enfrentar este desafío, los expertos hacen un llamado a establecer políticas ambientales más estrictas que regulen el uso de plástico en la agricultura. También promueven la adopción de materiales alternativos biodegradables —como bioplásticos y polímeros derivados del almidón— que puedan descomponerse sin dejar residuos dañinos. Asimismo, se subraya la necesidad de realizar investigaciones de campo que evalúen la transferencia real de partículas desde el suelo hasta los alimentos y, finalmente, al ser humano.
Deja un comentario Cancelar respuesta