¡Cónclave 2025! El pasado sábado 26 de abril, el Vaticano despidió al papa Francisco I con una misa funeral en la Plaza de San Pedro, tras haber sido velado por más de 250.000 personas en la Basílica.
Posteriormente, su cuerpo fue trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor. Mientras tanto, en la Capilla Sixtina arranca el cónclave, la ceremonia secreta donde los cardenales, aislados del mundo, deben elegir a su sucesor.
Cónclave 2025 en El Vaticano

Encerrados en estricta clausura, sin contacto con el exterior, los cardenales siguen un protocolo que se remonta a hace más de 750 años. Fue el papa Gregorio X quien, tras soportar el cónclave más largo de la historia (1268-1271), impuso normas estrictas para acelerar las decisiones: aislamiento total y racionamiento alimentario.
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Si después de tres días no hay elección, los cardenales reciben solo una comida diaria; tras ocho, pan y agua. Aunque suavizadas desde el siglo XIV, estas reglas aún restringen lo que se come y cómo se sirve.
¿Qué comen los cardenales durante la cónclave?

La logística del cónclave es minuciosa. Las comidas se preparan en la Casa Santa Marta, donde también vivió el papa Francisco. Allí, las monjas de la Domus Sanctae Marthae cocinan bajo estricta supervisión.
No se permiten teléfonos móviles ni dispositivos electrónicos; el personal firma un juramento de confidencialidad. Ni siquiera pueden mirar a los cardenales o conversar con ellos sin necesidad.

Las normas alimentarias siguen vigentes: están prohibidos los platos que puedan ocultar mensajes, como pollos enteros, pasteles cerrados o botellas opacas. La desconfianza ya no recae en panes rellenos, sino en posibles micrófonos o microchips.
La crostata de ricotta, dulce tradicional del Vaticano
Entre la sobriedad del menú –que incluye minestrone, espaguetis, arrosticini y verduras hervidas de la cocina del Lazio y Abruzzo–, hay espacio para una excepción tradicional: la crostata di ricotta. Este pastel abierto de ricotta y azúcar, de raíces medievales, ha acompañado a generaciones de religiosos en la Ciudad del Vaticano. Permitido por su forma abierta y transparente, representa una de las pocas indulgencias dulces en medio del encierro.

Así, mientras el mundo espera humo blanco, el cónclave transcurre entre votos silenciosos, comida revisada y una vigilancia rigurosa que mantiene viva una tradición de siglos.